¿A dónde van los sueños derrotados? ¿Se entierran? o ¿se difuminan? Sea la una o la otra, nunca es determinante, nunca los enterramos lo suficientemente profundo, ni los borramos por completo y entonces quedan allí, al acecho de la guardia baja para recordarnos lo que no fue, lo que no logramos. Sin embargo, cuando dejamos de soñar y comenzamos a actuar, a trazar el camino hacia el sueño, inmediatamente lo transformamos en una meta, y se siente más real y por ende más tortuoso. ¡Hacer, o no hacer, es la cuestión!
En esa dualidad de caminos es en donde se encuentra Sinan, joven universitario que quiere ser escritor y que ha vuelto a su pueblo natal debido a que terminó sus estudios y solo debe preparar un par de exámenes finales. Lo primero con lo que se encuentra al bajar del autobús es el reclamo de un vendedor que le ha prestado dinero a su padre hace mucho y no le ha pagado. Tres monedas de oro. El padre de Sinan es profesor de escuela mal pagado y tiene deudas de juego.
El sueño de Sinan es publicar su primera novela y en ella contar el día a día de la gente de su pueblo, porque considera que en la vidadel diario no es tan vacía; hay negros y blancos, miedo, tristezas y alegrías, no hay más que abrir los ojos. Lo anterior es lo que nos contará el director Nuri Bilge Ceylan mediante una sucesión de encuentros de este joven con gente de su propio pueblo, en ese día a día un retrato de la cotidianidad mediante encuadres magníficamente logrados.
A la par de lo anterior, El peral silvestre es la representación de los sueños perdidos, el lastre que se llega a sentir de la propia herencia filial; los genes se heredan – las deudas también-, la insoportable sensación de sentir que los caminos que caminamos no son propios, o que repetimos patrones establecidos por nuestra propia sangre, todo hasta llegar a la pregunta clave ¿Para qué? ¿Vale la pena en verdad?
Los puntos de vista que se le presentan a Sinan serán determinantes para formar su visión; una antigua compañera casada a la fuerza, unamigo con el corazón roto, o un escritor admirado, e incluso la opinión de su familia. Ninguno aparentemente simpatizante con su visión ni con sus anhelos.
Hay que entrar prevenidos a la sala de cine, ya que el camino será largo – tres horas de duración- duración que parece ser ya parte de la personalidad fílmica del director, su anterior trabajo Erase una vez en Anatolia duraba también tres horas-. El mensaje de Ceylan es claro:
El tiempo no espera, entonces hagamos algo, y si nadie apuesta por uno, será uno mismo quien tenga que hacer la apuesta, y si, eso definitivamente vale la pena.