Encerrar al Chapo, símbolo de que el Estado pudo más: Sales

POR CARLOS JIMÉNEZ

Aquella mañana del 20 enero de 2017, Renato Sales Heredia, encendió las pantallas en su oficina de Constituyentes. Como cada mañana, el Comisionado Nacional de Seguridad esperaba monitorear al reo número 3912 de las cárceles a su cargo, Joaquín Guzmán Loera. Sin embargo, no estaba ahí. Observó todas sus cámaras y en ninguna apareció. El Chapo ya no estaba… de pronto recordó con alivio que tenía unas horas que lo habían extraditado a Estados Unidos.

▶ Sales Heredia recuerda a ContraRéplica que cada mañana siendo titular de la CNS tenía por costumbre revisar aquellas pantallas conectadas en vivo a las más de 20 cámaras que vigilaban cada uno de los movimientos del sinaloense. También estaban enlazadas a su teléfono celular.

El Comisionado sabía que ni él, ni su gente, podían perderlo de vista un solo instante.

Guzmán Loera había logrado lo que nadie: escapar en dos ocasiones de penales federales. Y él estaba seguro de que la única forma en que permitiría que El Chapo saliera de una de las prisiones a su cargo, sería para su extradición.

Fue poco más de un año, uno y 11 días, que lo tuvo bajo su custodia, tras ser reaprehendido por sus propios elementos de la Policía Federal, en una carretera en Los Mochis, Sinaloa.

“Encerrarlo de nueva cuenta en el Altiplano fue un símbolo”, recuerda ahora. El Presidente quería que regresara al penal del que se fugó. Una demostración de que el Estado había podido, al cabo, más que él.

El túnel por el que se había fugado seis meses atrás, seguía abierto, pues estaba a disposición de la Procuraduría General de la República (PGR). Ordenó taparlo con un bloque de acero, colapsarlo en algunos tramos y revisar todo el penal, desde la cocina hasta la aduana.

“Les decía a mis colaboradores cualquier cosa posible es probable. Hay que cerrar todas las posibilidades. ¿Es posible que desde acá se pueda brincar?, les cuestionaba. Sí, pero muy poco probable, respondían... tan poco probable como fugarse por el piso de su baño, les reviraba”, recuerda.

Con el apoyo del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, hizo todo lo necesario para redoblar la seguridad del penal y colocó cámaras en todos los puntos necesarios. No más puntos ciegos, no más espasmos. Agentes con lentes en los cascos. Vigilancia día y noche, y en todo lugar.

A pesar de todo, sabía que El Altiplano no era el penal más seguro para El Chapo.

—¿Cómo fue que decidieron cambiarlo de penal?

— Se hizo un análisis de riesgos, se le informó al secretario de Gobernación y el presidente Enrique Peña, autorizó el traslado.

—¿Por qué se decidió el penal de Ciudad Juárez?

—Se hicieron diversos estudios. Se sobrevoló el penal y corroboramos que no había ninguna construcción en dos kilómetros de su radio y muy pocas en uno de cinco kilómetros. A eso sumamos el tipo de tierra de la región que hacía que cualquier intento de excavación fuera inmediatamente advertido.

Además de 300 elementos de la Policía Federal destacados para el tema y de 75 del grupo especial, se pidió el apoyo del Ejército y de la Armada.

—¿Cómo era su custodia ahí?

—Lo manteníamos en un módulo de alta seguridad exclusivo para él, con monitoreo permanente las 24 horas del día. Se destinaron 75 elementos para su custodia. Cada uno de ellos previamente analizado.

La mañana del 19 de enero de 2017 llegó el momento jurídico que esperaban. Podían entregar a El Chapo a las autoridades estadounidenses.

Debían hacerlo rápido antes de que él se amparara.

Y así encabezó la extracción del penal. Renato Sales coordinó a los mandos vinculados y a la Agencia de Investigación Criminal… Tuvo que avisar uno a uno a los operativos que estaban en la zona.

Tenía que dejarles claro y en tiempo real que no se trataba de un simulacro, tampoco de un intento de escape, y debía hacerlo con rapidez, para evitar cualquier fuga de información. Así coordinó el aterrizaje de un helicóptero, ese Black Hawk que lo llevó al aeropuerto para trasladarlo finalmente a Estados Unidos.