En 2018 apareció un libro excepcional de Tom Burns Marañón, Entre el ruido y la furia. El fracaso del bipartidismo en España. Es una obra explicativa de la alucinante incapacidad de la clase política española para lidiar con las consecuencias de la crisis financiera internacional de 2008.
Después de que la economía española se colapsó y el desempleo juvenil se disparó a niveles exorbitantes, los dos principales partidos políticos que consolidaron la admirable transición democrática y la expansión económica de España (PP y PSOE), se distinguieron por su insensibilidad y hasta indiferencia social.
Uno puede tener su opinión sobre Felipe González (PSOE) y José María Aznar (PP), pero fueron políticamente superiores a José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) y Mariano Rajoy (PP). Después de la crisis de 2008, una España acostumbrada a tres décadas de prosperidad y estabilidad, volvió a su lugar histórico: a la zaga de la Europa desarrollada. Las nuevas generaciones de españoles empezaron a migrar (¿quién diría?) a América Latina en busca de oportunidades laborales. En lugar de ofrecer respuestas a la crisis, la clase política española se enfrascó en debates sobre quién tenía la culpa de todo.
Mientras los políticos viejos seguían hablando de las maravillas de los pactos de la Moncloa, el heroísmo del 23F y otras instituciones que no le decían nada los desempleados, los ciudadanos españoles veían con estupefacción los escándalos de un rey Juan Carlos que, en un gesto de frivolidad inaudita, se largaba de cacería en plena crisis. Posteriormente, las acusaciones de corrupción llegaron hasta la misma familia real con el escándalo del yerno del rey Iñaki Urdangarín. Nada importaba, la clase política española siguió su conversación endogámica mientras crecía la indignación en la calle. El movimiento de los indignados no sacudió al PSOE ni al PP, pero sí condujo a la formación de una nueva fuerza política populista cuyos nexos con el chavismo venezolano están plenamente acreditados: Podemos. Podemos le quitó representatividad al PSOE en el electorado progresista. Posteriormente, otro tanto le ocurriría al PP con Ciudadanos y su vertiente más perturbadora de extrema derecha, hoy representada en VOX.
El sistema político español estaba diseñado para el bipartidismo. La irrupción de nuevos partidos por la falta de representatividad de los viejos, lo hizo inoperante. Hoy no logra formar gobierno. En 2015, el proceso duró ocho meses y acabó con una investidura fallida. Según el diario El País, las tres investiduras desde 2015, han tardado tres meses o más. Se acabó España como referente de modernidad. Desempleo, desigualdad, una clase política corrupta, indiferente al malestar social, crisis de representación parlamentaria y la amenaza del populismo. Habrá quiénes digan que no tiene nada qué ver con México. España es un espejo. Podemos usarlo para reflexionar, o negarnos a reconocer la imagen que nos ofrece.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel