Columnas
“Oiga, profe” —le pregunta un alumno a Felipe Calderón. — “¿Cuál ha sido el mejor presidente?”. A lo que responde:
—“Fue una edición conmemorativa que sacó Domecq en 1979”. Y entonces, todos, pero particularmente los seguidores de nuestro amado líder se doblaban de la risa, le hacían decenas de variaciones al meme original y se burlaban hasta el cansancio.
Con Peña Nieto también la gozaron. El expresidente contribuyó al buen humor no solo por el ingenio de los seguidores de AMLO que no le daban tregua, aunque la verdad sea dicha, Quique contribuyó a las risas de la 4T porque se disparaba solito en el pie. Sin embargo, quién lo iba a decir, al final rió mejor que nosotros; se fue y nos aplicó la “del que ríe al último…” y hoy se pasea, risa y risa, por México y Madrid con la venia del nuevo Gobierno.
Qué tiempos aquellos en que la mayoría de los seguidores de nuestro Presidente tenían mucho sentido del humor; humor negro, del bueno; eran irónicos y bien ocurrentes; se burlaban, se regodeaban, no dejaban títere con cabeza y hacían sorna de todo aquello y aquellos que fueran parte de la mafia del poder.
Pero algo pasó porque desde el 1 de julio se amargaron. Arrasaron y tal parece que hubieran perdido; ahora no soportan un chiste, una broma o alguna ocurrencia sobre el Presidente; se les agrió el carácter y con cualquier meme ven una conspiración de la ultraderechaneoliberalconservadoraplus, un complot o el deseo inequívoco de que el nuevo gobierno fracase —en su descargo, sí hay quienes apuestan a su fracaso, pero esos no son los ciudadanos que se ríen sino los que ofenden.
¿Será que los fieles seguidores del Presidente López Obrador lo ven como una figura intocable, como un ser providencial que llena de luz al pueblo todos los días o como un dios amoroso que ama a su pueblo y por eso nadie debe tocarlo ni siquiera con un chiste? No, no creo, eso sería fanatismo puro y llano y eso no existe.
El Presidente debería decirle a sus seguidores “amaos los unos a los otros que así ha sido siempre”. Y es cierto, ningún presidente —ni siquiera los héroes de la 4T— se libraron del humor.
A Juárez no le dieron cuartel los caricaturistas del periódico La Orquesta, bajita la mano lo dibujaron tratando de clavarse a la silla presidencial o besándose con Lerdo de Tejada para darle celos a la señora ambición. A Madero le llamaron chaparro, pingüica y hasta se burlaron de su esposa cuando comenzó a circular un periódico llamado El Sarape de Madero (que jugaba con su nombre: Sara Pérez). Don Venus se jaló las barbas cuando leyó el verso que le compusieron luego de que se carranceó el dinero en monedas y lo sustituyó por billetes: “El águila carrancista/ es un animal muy cruel,/ se traga toda la plata/ y caga puro papel”.
▶ A Miguel Alemán le llamaban el “ratón Miguelito” —por rata—; las burlas por la edad de Ruiz Cortines no tuvieron límite; un chiste de la época decía: — “¿Cuáles son las tres cosas más inútiles de México? —La vida inútil de Pito Pérez, la puta vida de Pita Amor y el pito inútil de Ruiz Cortines”. O qué tal las aventuras románticas de López Mateos con el consiguiente: “¿Qué toca hoy señor presidente, viajes o viejas?”.
A Pascual Ortiz Rubio ¿no le decían el “nopalito” por baboso? A Díaz Ordaz le gritaban: “Sal al balcón, chango hocicón”; la devoción enfermiza de Echeverría por Chile, llevó a los mexicanos a decir: “México para los chilenos y Chile para los mexicanos”. Salinas pasó de ser el chaparrito orejón a el “ratón chupacabras”; Fox reunió una enciclopedia, pero Muñoz Ledo llegó a definirlo como el “Alto vacío” y así, ad infinitum.
La risa es una forma inteligente de la crítica al poder, por cualquier medio que sea. No debemos renunciar a ella y nadie la puede censurar. Ni siquiera el amado líder, por maravilloso, increíble y amoroso que sea puede escapar de ese destino. Aunque por ahora ya vimos que este gobierno no tiene risas grabadas.