POR MARTHA ROJAS
El 6 de julio de 1929, un jovencísimo Luis Buñuel proyectó por primera vez junto a Salvador Dalí, Un chien andalou (Un perro andaluz) en un cineclub parisino, que sin preverlo encumbró al español al Olimpo del cine.
En ese entonces Buñuel era un joven
de apenas 29 años y su máximo deseo era salir de España, en parte porque detestaba la censura franquista y en parte, porque él era de una de esas personas que dicen no pertenecer a ningún sitio.
Abandonó el país que lo vio nacer
en 1924 y se trasladó a Francia donde encontró éxito y censura. En la España Republicana gozaba de cierto respeto, incluso se empleó, para la Warner Brothers como jefe de doblaje de versiones españolas para América Latina.
En 1947, Buñuel llegó a México para
rodar El Gran Casino, un fracaso fílmico que lo alejó dos años de la industria. Regresó en 1949 con una de sus grandes obras maestras Los Olvidados.
“Vine aquí forzado por las circunstancias. Pero he llegado a querer a México cuando lo he conocido. Por lo pronto,
y comparado con el resto del mundo, se respira un clima de libertad, hay paz y uno puede dedicarse a su trabajo sin amenazas”, reza una de las notas curatoriales presentes en Buñuel en México, muestra integrada por 300 piezas, entre fotografías, objetos personales, póster, fotogramas eliminados, vestuario y hasta algunos guiones, que a partir de hoy y hasta el 19 de abril de 2020 se exhiben en la Cineteca Nacional.
La muestra, dividida en 10 módulos,
constituye la primera retrospectiva del español en nuestro país. En ella se revisa uno de sus periodos creativos más abundantes y las subhistorias de las 22 películas que rodó en nuestro país.