En México, la expresidencia es un cargo con importantes responsabilidades, en particular el silencio, me dijo alguna vez un viejo político mexicano.
Por un motivo u otro, todos los días se hace evidente el afán de figuración de los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón. El primero haciendo gala de sus declaraciones folclóricas y posturas opositoras al gobierno. El segundo mediante el proselitismo para el desarrollo de su nuevo partido. Ya son años de activismo permanente en Twitter por parte de ambos exmandatarios.
En cambio, dentro de lo que cabe, los expresidentes priistas, por las razones que fueran, habían mantenido un perfil más prudente. Salinas impartiendo conferencias en varios lugares del mundo y promocionando sus libros. Echeverría en su casa. Zedillo creo que en Yale. La tendencia se rompe con Enrique Peña Nieto.
Ya Julián Andrade, colega en estas páginas, escribió hace unos días sobre la muy desafortunada sobreexposición de la vida privada de Peña Nieto.
Por las razones que sean, los medios de comunicación no han dejado de ocuparse de su divorcio.
Se ha convertido en la comidilla de los círculos de comentaristas del espectáculo. No sólo eso, sin que uno lo quiera, termina por enterarse de sus vacaciones en la playa o de sus paseos por España con su nueva novia. Resulta especialmente revelador que las notas asociadas con el último presidente priista no sean de carácter político ni académico, sino de periodismo rosa. En la rebatinga de frivolidades, la prensa publica mensajes que se mandaron entre los integrantes de su antigua familia vía Twitter.
Ya no se trata de un tema de buena educación, sino de respeto a la investidura que alguna vez ostentó. La comercialización de contenidos en torno a su vida privada daña una imagen de por sí deteriorada por la derrota estrepitosa del PRI el año pasado. Enrique Peña Nieto guardó silencio cuando se destruyó el proyecto aeroportuario de Texcoco.
No dijo una sola palabra en defensa de su reforma educativa. No parece muy interesado en proteger su obra gubernamental.
Para futuras campañas electorales, los políticos mexicanos tendrían que considerar también las consecuencias que tuvo la publicación permanente de la vida sentimental de Peña Nieto. Al principio, puede parecer una buena idea lucrar con un noviazgo, matrimonio o vida de pareja asociados a figuras de la farándula. No obstante, abrir esa puerta también tiene riesgos. Puede convertirse en motivo de escándalos y de cancelación total de la vida privada del gobernante incluso cuando ha dejado el cargo. Por lo demás, deberíamos considerar qué tanto contribuye a la conversación pública la concentración de los medios en los romances de los políticos. Hemos de insistir, la expresidencia es o debería ser un cargo y una responsabilidad, no un espectáculo.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel