Ayer el presidente de México invitó a los partidos políticos a devolver parte de su financiamiento. “Tienen que reducir sus gastos y tienen que devolver el dinero a la Hacienda Pública, un porcentaje de esas prerrogativas. Es un llamado respetuoso, no es una orden, no es por la fuerza; es un llamado a que actúen de manera consecuente… Cuando menos, deben reducir sus gastos (...) en 50 por ciento” declaró AMLO según reporta El Financiero.
Adicionalmente, ayer la sección Tiraditos de este periódico se quejó de la velocidad con que se aprobó en el INE el financiamiento a los partidos políticos. Voy a desempeñar el papel de abogado del diablo porque en esta ocasión, considero que eso es lo correcto. Tanto las declaraciones presidenciales como la sección Tiraditos de ContraRéplica están equivocados. Es políticamente correcto atacar a los partidos. No hay nada más cómodo para quedar bien con el público que exigir menos dinero para las instituciones partidistas. Cualquiera puede maldecir por ese tema, pero sin partidos no hay democracia.
El financiamiento a los partidos políticos en México se aprueba en función de una fórmula contenida en la ley. El INE únicamente acata la ley, hace los cálculos correspondientes a la fórmula y asigna el presupuesto.
No se discute porque es un mandato legal, es decir, no está sujeto a controversia. No es una determinación de los consejeros, ellos no deciden cuánto le toca a cada partido. Simplemente revisan que se entregue el monto establecido en la legislación vigente mediante la fórmula mencionada. Si se quiere cambiar esa fórmula, los responsables son los legisladores, no los consejeros del INE.
En segundo lugar, el partido más beneficiado por la reducción presupuestal sería Morena, pues sería quien recibiría el monto más grande. Los partidos de oposición resultarían profundamente perjudicados y si hoy operan en la invisibilidad e irrelevancia, imagínese con menos presupuesto.
Finalmente, no existe un mecanismo plenamente satisfactorio en ningún lugar del mundo para resolver el problema del financiamiento partidista. En todo el planeta se suscitan escándalos sobre este asunto. En términos extremistas, si usted le quita el financiamiento público a los partidos, deberá ceder mayoritariamente al financiamiento privado. En esas condiciones los partidos serán rehenes de los intereses de sus patrocinadores privados, legislando a favor de esos intereses.
Así ocurre en Estados Unidos con los cabilderos y se pervirtió el proceso legislativo. Agreguemos en el caso mexicano, el peligro de recibir financiamiento ilícito procedente del narcotráfico. En contraparte, si usted retira el financiamiento privado, la gente se queja de que los partidos reciban dinero de sus impuestos. Sí, pero es preferible un sistema de financiamiento asignado con mayor equidad y supervisión pública. La sabiduría popular mexicana es útil en estos casos: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel