No fueron las negociaciones, ni las cartas enviadas por nuestro amado líder, ni la unidad nacional: sobrevivimos a los caprichos de Donald Trump gracias a dios, previa intercesión de la Luz del Mundo y otras iglesias evangélicas que acompañan al nuevo gobierno desde el 1 de diciembre pasado. Sin ellas, el triunfo de la justicia habría sido impensable.
¿Se está desmoronando el Estado laico fundado por la generación de la Reforma?
Desde luego que no. ¿Benito Juárez, Melchor Ocampo y Sebastián Lerdo se revuelcan en sus tumbas cada vez que el representante de las iglesias evangélicas en México o un sacerdote católico toma el micrófono en un acto público del Gobierno de la República?
Seguramente sí. Si Juárez no hubiera muerto ya lo estaría en estos seis meses.
El Estado laico descansa sobre el reconfortante colchón de la simulación; no está en riesgo mientras las políticas públicas y las leyes en que se fundamenta —particularmente la Constitución— permanezcan incólumes, pero lo grave es que en México la clase gobernante ha convertido el Estado laico en un arte de la simulación.
Un gobierno respetuoso del Estado laico no permitiría la participación de los ministros de ningún culto religioso en los asuntos públicos. Así de simple. O se respeta el Estado laico o no se respeta, aunque en México siempre cabe el tradicional “medio lo respeto”. Y en el caso de las iglesias y su intromisión en la vida pública nacional no hay diferencias entre el gobierno de la 4T y todos los gobiernos anteriores.
Así ocurrió con el homenaje realizado en Bellas Artes —recinto oficial— al líder de la Luz del Mundo en el que participaron miembros del nuevo gobierno o el discurso que se aventó el representante de las iglesias evangélicas en Tijuana agradeciendo a dios que nos hubiera echado una manita con Trump. Es un hecho: el nuevo gobierno simpatiza abiertamente con las iglesias evangélicas y las tiene sentadas a la derecha del padre.
Pero este asunto de la simulación es parte del sistema político y así como la 4T tiene sus iglesias favoritas, el PRI y el PAN en su momento vivieron una larga luna de miel con lo más rancio de la jerarquía católica.
Cuántas veces no vimos presidentes, secretarios de despacho, gobernadores, diputados y senadores departiendo en grandes jolgorios con arzobispos, obispos o miembros del clero católico que hacían gala de ostentación y soberbia, además de arrastrar un pasado bastante oscuro.
Así, bajita la mano, qué tal se las gastaba el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda. En su momento fue reconocido como uno de los obispos más influyentes, no de la iglesia católica, sino de la clase política mexicana.
Le llegó tarde el apostolado: antes se había dedicado a la Bolsa de valores y fue director de la banca privada; sus desplantes de soberbia no tienen desperdicio: aficionado a los toros, en una ocasión le mentó la madre a los jueces de la plaza México porque no le concedieron las orejas a su protegido, el torero Xavier Ocampo. Sí, él fue quien expresó: “el Estado laico es una jalada”. Y por supuesto, así como el líder de la Luz del Mundo es un pájaro de cuentas de grandes ligas, a Onésimo lo acusaron de fraude y lavado de dinero y ¡viva México! El brazo de la justicia no lo alcanzó.
Pero parece que nunca aprendemos. Estos sinvergüenzas sólo son herederos de una larga tradición. En plena guerra cristera, en 1926, en una reunión de vivales alguien dijo “¿Por qué no fundamos nuestra propia iglesia ahorita que está suspendido el culto católico?”. La respuesta fue unánime: —“¡Va!”. Y así nació la hoy conocida Luz del Mundo.
No fue la única ocurrencia del momento, un año antes, un grupo de sacerdotes de dudosa reputación había fundado la Iglesia católica apostólica mexicana con el aval de Plutarco Elías Calles. La iglesia cismática, como fue conocida, estaba dirigida por otro sinvergüenza, Joaquín Pérez, que también había rodado de acá para allá antes de encontrar el camino de la fe. Y para que vean que no hay nada nuevo bajo el sol, la Iglesia del patriarca Pérez fue apoyada por el gobierno y particularmente por la CROM ya que la hija de uno de los sacerdotes cismáticos estaba casada con uno de los principales líderes obreros. Idea millonaria: funda tu propia iglesia que algún día el gobierno te hará justicia.