Es un hecho que toda fase histórica se encuentra en constante transición y, en nuestro país; ningún proceso social puede comprenderse sin el reconocimiento de la búsqueda que algunas mujeres han llevado a cabo en busca de sus derechos al darse cuenta de que la marcada diferenciación de los sectores sociales y culturales impiden que las condiciones de igualdad sean equitativas y que la libertad se vea coartada.
Hace unos días, con 24 votos a
favor y 12 en contra, se aprobó la despenalización del aborto por el Congreso de Oaxaca, convirtiéndose de esta manera, en la segunda entidad federativa en resolverlo, después de la Ciudad de México. Según estas modificaciones al código penal de dicho estado, la mujer no podrá ser sancionada siempre y cuando el aborto se practique dentro de las primeras 12 semanas de la gestación, lo que en términos médicos equivale a que sea antes de la implantación del embrión en el endometrio.
Bajo este panorama, el tema del
aborto, engloba un número considerable de aspectos que tienen que tomarse en consideración y que no requieren necesariamente de la comprensión o aceptación colectiva para su resolución pues, desde la perspectiva cultural —en la mayoría de los casos— devela un tinte ético en favor de la vida, sin duda difícil de consensuar, pero desde un punto de vista objetivo,
nos muestra también un sólido posicionamiento que apela a la razón y al
ser esta el elemento principal que ha de guiar una adecuada modernidad social a manos del derecho para garantizar el acceso al servicio de salud pública y la no criminalización de la mujer cuando decide tomar una decisión de vida que debe ser informada y que le permita desarrollar su libre desarrollo de la personalidad.
Las consecuencias por su penalización son diversas y dependen en
gran medida de la atención que da el Estado en cada región, el hecho de restringir el aborto no evita que se lleve a cabo, sino lleva a que este se realice en la clandestinidad, poniendo en riesgo la vida de la mujer, siendo las más afectadas aquellas que por condiciones económicas, sociales, o culturales, se encuentran en situación de vulnerabilidad, ademas de las repercusiones éticas y morales que recaen sobre ellas, y es que, las multas previstas por la mayoría de nuestros códigos en materia penal, no toman en consideración detalles que son determinantes.
Desde este espacio extiendo mi entusiasmo al estado de Oaxaca pues,
nos ha demostrado que la grandeza y justicia de una sociedad se mide a través de la garantía al reconocimiento del derecho humano de las mujeres a decidir por su propio cuerpo, por lo que hago votos para que la despenalización del aborto sea una realidad en todo el país.
•Catedrático de la Facultad de Derecho UNAM