En su infinita bondad, nuestro Gran Benefactor propuso que los corruptos, digamos Javier Duarte, deberían aceptar que tienen una “enfermedad” y recibir una terapia para erradicarla. Es una idea luminosa, plena de humanismo y sentido práctico. ¿Para qué gastar en impartición de justicia cuando puedes psicoanalizar a los tranzas? Imagínense la escena. Juntos, cada uno en su silla, Javidú, César Duarte, Borge y aquellos que adjudican grandes proyectos a sus… Bueno, dejemos esto último para otra ocasión. Mi punto es: imaginen a todos los corruptos juntos recibiendo terapia. Nos vamos a ahorrar una lanota en cárceles e investigaciones.
Pero ¿por qué detenernos ahí? Mientras brota ese lago que todos preferimos, con sus patos como rayos pardos que atraviesan el firmamento, podemos usar el amplio espacio de Texcoco para terapear a varios grupos sociales que andan urgidos de ética 4T. Se me ocurren varios: Primero, los economistas neoliberales.
Me refiero a esos que se niegan a entender que un PIB negativo, un récord de pérdidas en la bolsa, la caída de ocho lugares entre los países atractivos para invertir y la caída paralela del índice de confianza del consumidor no son síntomas de parálisis o recesión, sino todo lo contrario.
Los puedo ver: todos uniformados, formados en el patio, repitiendo a coro: “Vamos requetebién, vamos requetebién”.
Enseguida, los “expertos” en política energética, que ante los apagones en Yucatán y las pérdidas récord de Pemex, 1900 millones de dólares, hablan de “desastre” y no de “soberanía”. Los veo también, recetándose un video pedagógico protagonizado por Octavio Romero.
Podríamos reeducar asimismo a las madres que han provocado una descomposición social por no seguir el único medio moral de fundar una familia, que es con la mujercita en la cocina y cargando niños, por irse a trabajar a la maquila.
Menos mal que tenemos instructores del PES para llevarlas por el buen camino.
Súmenle a los periodistas remisos, empezando por los de Reforma –le podemos encargar el programa a Sanjuana Martínez, en cuanto le deje tiempo su lucha contra el complot judío mundial–, y bueno, capaz que no nos alcanza con Texcoco y tenemos que darle otro uso a Santa Lucía. Esto no tendría que significar un golpe para los dos grandes de la ingeniería mexicana, Jiménez Espriú y Riobóo, que podrán encargarse de levantar la infraestructura de galerones, fosas sépticas, alambre de púas y altavoces.
Y es que son próceres de la verdadera democracia, los ingenieros. Por eso es que Jiménez Espriú es un contendiente sin par al reconocimiento semanal a los servidores públicos 4T, la muy solicitada Orden de Macuspana. Esta semana, sí, encabezó las apuestas por su tuit graciosísimo sobre la marcha anti Tlatoani de los conservadores. Pero la perdió porque Sabina Berman entra a la nómina pública con un programa de Canal Once junto a ¡John Doc Doc Ackerman! ¿Se imaginan la carga de humor, de perspicacia queva a destilar el show? El Doc Doc, con esa ligereza que lo distingue, hasta se puso un saco rosa para la publicidad. Está echando un desmadrote: Chomsky más David Letterman. Pero meritorio lo de mi Sabi.
Digo: de escritora con veleidades liberales a decir que los intelectuales anti Jalife reivindicaron al prócer del antisemitismo, pasando por alto sagazmente que el Tlatoani fue el que lo llamó “buena persona”, y a chambear con Doc Doc: esas son terapias de conversión, y no las de Mauricio Clark. Jefa.