Columnas
Las expresiones infantiles con las que Donald Trump se refiere a temas delicados sobran en sus redes sociales. Sería difícil olvidar el tuit en el que Trump lamentaba que el mandatario de Corea del Norte, Kim Jong un, lo insultara a pesar de que él se esforzara tanto por ser su amigo y que esperaba algún día lograrlo. La sorpresa fue enorme cuando la relación entre los mandatarios tuvo un giro inesperado al reunirse en Singapur, en junio de 2018. Dentro de una semana se llevará a cabo su segunda cumbre y las expectativas de la comunidad internacional tal vez son demasiado elevadas.
El año pasado, se acordó en Sentosa un plan con los siguientes cuatro puntos: 1) establecer relaciones diplomáticas entre ambos países, 2) construir un régimen de paz estable y duradero, 3) tomar medidas para la desnuclearización completa de la península coreana, y 4) la repatriación de los restos de los soldados estadounidenses que murieron durante la guerra de Corea. El tercer punto es el más relevante para la comunidad internacional, pero no se ha visto ningún esfuerzo significativo.
La elección de la sede para el segundo encuentro es, sin duda, un símbolo que no ha pasado desapercibido. El encuentro tendrá lugar en Hanoi, la capital de Vietnam. Se infiere que Estados Unidos intenta presentar a Vietnam como un ejemplo para Corea del Norte, pues su modelo podría parecer compatible con sus intereses, además de compartir algunos elementos en común al ser un país socialista que tuvo un conflicto bélico atroz con Estados Unidos, pero que se ha beneficiado de las relaciones con ellos y que experimenta un crecimiento económico notable. Sin embargo, no será fácil convencer a Corea del Norte. Kim Jung un espera que Estados Unidos haga concesiones importantes y de manera recíproca, para llevar a cabo el desmantelamiento paulatino de su programa nuclear.
La iniciativa de Trump y Kim para finalizar el conflicto en la península coreana ha estado saturada de presunciones ególatras y carente de una dirección clara. En más de una ocasión se ha propuesto a Donald Trump como candidato al premio Nobel de la Paz y éste no tarda en alardear sobre su capacidad personal para acercarse a Kim Jong Un y concluir siete décadas de hostilidades. Lamentablemente, los discursos y fotografías no son más que símbolos vacíos, pues la realidad muestra un avance ínfimo.
Quizás, podría haber progreso verdadero si Estados Unidos está dispuesto a dar concesiones económicas a Corea del Norte y a reconocer oficialmente el fin del conflicto, para dar pequeños pasos que lleven a un desarme parcial y paulatino. No obstante, la incertidumbre ante las personalidad explosiva y errante del presidente estadounidense y la convicción del norcoreano respecto a sus potenciales pérdidas y ganancias, dificulta cualquier predicción duradera.