Los lamentables actos delictivos que han sacudido en lo que va del año a nuestro país, han dejado claro que el principal reto de la administración del Presidente López Obrador es la inseguridad; no pasa desapercibido que también es uno de los problemas que más preocupa a los mexicanos. Hagamos un recuento de los sucesos más comentados:
En enero, en el marco de la estrategia para combatir el robo de combustible, ocurrió una explosión a causa de una toma clandestina en Tlahuelilpan, Hidalgo, dejando un saldo de más de 135 muertos, en dónde la actuación del Gobierno fue muy cuestionada.
De los reportes del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se desprenden que, entre enero y marzo de 2019, más de 11 mil personas fueron asesinadas, convirtiéndolo en el primer trimestre del año más violento de la historia. Tendencia que continuó en los demás trimestres; el corte a septiembre asciende 33 mil 359 homicidios.
En Veracruz, los grupos delictivos han dado golpes sangrientos: en abril en pleno viernes santo, en una fiesta privada en Minatitlán irrumpió un comando armado dejando 14 muertos. En agosto, un ataque al bar Caballo Blanco ubicado en Coatzacoalcos dejó más de 30 decesos.
Octubre se convirtió en un mes muy violento: el ataque a policías en Aguililla, Michoacán dejó 14 bajas; suceso que se repitió en Iguala, Guerrero, el saldo fue de 14 civiles muertos y un militar, y el famoso Culiacanazo a la fecha se sabe que al menos 13 personas murieron derivado del fallido operativo para detener a Ovidio Guzmán.
Finalmente, la semana pasada en los límites de Sonora y Chihuahua la familia LeBarón sufrió un ataque del crimen organizado en donde nueve de sus miembros perdieron la vida, entre ellos seis niños.
Sin olvidar la violencia que a diario se vive en el país entre secuestros, feminicidios, asaltos, etc., que no ocupan la titularidad de los medios pero que la percibimos todos los ciudadanos, han causado la indignación en nuestra sociedad, no sólo por la pérdida de vidas humanas y la vulnerabilidad en la que nos encontramos, sino porque existe una nula actuación del Estado, un ejército debilitado, una Guardia Nacional que no logra consolidarse y una Estrategia Nacional de Seguridad Pública que no logra entenderse.
¿Cuántos muertos más, para aceptar con humildad que quizá la estrategia adoptada no sea la mejor y que se pueden analizar otras alternativas? Al tiempo, pero que no pase mucho.