Columnas
Jorge Ramos, el conocido periodista de Univisión, llegó al Palacio de Miraflores y toda su terrible vivencia deja al desnudo que en realidad ingresó al Olimpo de la censura. El periodista ha dicho que Nicolás Maduro cortó la entrevista, que estaba en pleno desarrollo, cuando él intentó mostrarle un video con unos jóvenes comiendo de la basura, directamente de un camión que recogía desperdicios en una calle de Caracas.
Del hambre no se habla, fue el mensaje de Maduro al levantarse abruptamente y abandonar la entrevista. Ramos y su equipo vivieron una suerte de película de terror. En el propio palacio de gobierno fueron interrogados, encerrados en un cuarto a oscuras, les fueron robados (no cabe otra palabra) equipos y teléfonos móviles. Y lo más importante, esa entrevista sencillamente dejó de existir. El material fue incautado.
Por más de 20 años he estudiado el tema de la censura en Venezuela, además de revisar restricciones a la información en otros regímenes dictatoriales. Debo decir que el caso de Ramos es único, en el sentido de que fue detenido, sometido a malos tratos e interrogatorios y luego expulsado, a partir de una entrevista que tenía lugar dentro de un palacio de gobierno.
Fidel Castro o Hugo Chávez, en sus buenos momentos, condicionaron a sus entrevistadores, conquistaron en varias oportunidades a las periodistas, se negaron a recibir equipos de prensa cuando tenían la casa en jaque. Pero no he encontrado ningún antecedente de que durante una entrevista el dictador se levante y el periodista sea detenido en el mismo acto.
Venezuela ocupó el puesto 143 de 180 países evaluados en materia de libertad de prensa en la Clasificación Mundial de Reporteros Sin Fronteras durante 2018.
El memorial de agravios en contra de la libertad de expresión e información es extenso y sostenido en el tiempo. El chavismo no inventó la censura, pero como cualquier régimen que desea perpetuarse en el poder de manera indefinida, apela a las prohibiciones, ataques, restricciones.
Entre 2017 y 2018 ocurrió un cierre masivo de medios, especialmente locales e independientes. Más de 40 emisoras de radio fueron cerradas sin que hubiese un procedimiento administrativo previo, sin derecho a la defensa. Dejaron de transmitir por orden ejecutiva y de inmediato cumplimiento.
La tenaza contra la prensa escrita trajo la desaparición o reajustes (en circulación, periodicidad, paginación) en unos 50 periódicos, tras establecerse un monopolio estatal en la importación de papel periódico. Para muestra un botón: Al iniciar 2018 cerró su edición impresa El Impulso, que con 114 años era el decano de la prensa escrita venezolana, al cerrar el mismo 2018 cesó la circulación en papel de El Nacional, uno de los diarios más emblemáticos del país.
Jorge Ramos ingresó a las estadísticas de la censura.