Karime Macías, esposa del exgobernador Javier Duarte —detenido por corrupción durante su gestión— es uno de los personajes más representativos de la impunidad en nuestros tiempos. Desde que su esposo fue detenido, ha gozado de total libertad a pesar de ser buscada en 190 países por desviación de recursos mientras era presidenta del DIF en ese estado.
Todos sabíamos su ubicación en el ostentoso
barrio londinense, el colegio al que asisten sus hijos, los cuales —según versiones de vecinos— ella misma llevaba y recogía siempre a la misma hora. Se le vio en el metro, en compras, esperando tranquila para cruzar avenidas. Karime gozaba su libertad.
Mientras estuvieron en el poder, ella y su esposo le dieron la estocada a muerte a Veracruz,
estado que venía de resentir la pésima administración de Fidel Herrera. Con Duarte, los cárteles explotaron en poder. Según especialistas de la zona, las desapariciones, exterminios, violencia y secuestros, tomaron auge y Veracruz se volvió una fosa clandestina.
Padres, madres y luchadores sociales tuvieron
que salir a las calles a buscar a sus hijos. La mayoría siguen sin encontrarlos. Viven de esperanza en la justicia divina. Saben que poco han hecho las autoridades a través de los años. Son familias que cada día recorren kilómetros de tierra para buscar a sus desaparecidos y se sientan a la mesa sabiendo que alguien les falta.
Los Duarte convirtieron Veracruz en un estado de luchadores sociales amenazados, periodistas asesinados. Otros que han optado por
la autocensura ante el temor de perderlo todo.
Otros que abandonaron la profesión dado la extrema peligrosidad que representa tomar una
pluma y un papel.
También su gestión provocó que familias dejaran todo por lo que siempre habían luchado; sus
casas, sus estudios, sus trabajos, sus relaciones, y se desplazaran a otras ciudades o estados en busca de tranquilidad y paz. Pensando que quizá lo encontrarían en algún otro lugar.
Una crisis de identificación de cuerpos continúa en el estado y mientras van y vienen administraciones, la cosa sigue prácticamente igual.
Cientos de miles de restos humanos en los refrigeradores de las autoridades forenses que nadie sabe a quién pertenecen.
Todo esto, resultado de un periodo de enriquecimiento y abundancia, mientras el estado
iba rumbo a lo que hoy es: un lugar donde impera la impunidad y el desinterés de las autoridades. Y hoy, después de tener toda esa evidencia,
la señora Karime goza de otra realidad.
Ella puede darse el lujo de pagar un proceso
legal en libertad. Karime puede pasear por Londres y llevar a sus hijos a la escuela.
• Periodista