Hoy pienso vestirme de blanco, agenciarme unas veladoras blancas, comprar un ramo de margaritas a irme al Centro de Cultura Digital a rendir tributo a mis ancestros en el ritual tecnochamánico de sanación. Mi cuerpo y mi espíritu lo necesitan, luego no de que vi, porque es el Primer Estoico de la Nación (si no me creen, vean la dieta a que se somete) y no se quiebra nunca, pero imaginé padecer a mí Presidente Eterno, transido de angustia por el destino del Pueblo Bueno, amenazado por Donald Trump y sus aranceles.
Lo bueno es que con dignidad, el Dream Team diplomático encabezado por Ebrard alcanzó el mejor acuerdo posible —no veo la hora de paladear esas manzanas, esa carne molida, esa leche gringa que vamos a comprar por miles de toneladas— y ahora, aparte de todo, Trump ya es nuestro amigo. Podemos dormir tranquilos.
Pero, pienso ir al ritual, sobre todo, para celebrar que la austeridad republicana va bien. Qué digo bien: requetebién.
Sí, hay unos ajustitos que hacer.
Hay que ajustar lo de los doctores de hospitales públicos que ganan menos que los ninis.
Hay que ajustar lo de los antirretrovirales.
Puede que haya que ajustar lo de los tratamientos de cáncer, particularmente los tratamientos para niños.
Hay que ajustar los de la epidemia de dengue.
Hay que ajustar lo de los incendios forestales, porque sí hay que reconocer que el país sin árboles se va a ver medio feo. Pero no empiecen con dramatismos, con lo de que ya viene la temporada de huracanes y no va a haber lana para asistir a la población.
Eso está cubierto. Vamos a implementar una estrategia conjunta con plegarias de apóstol Naasón y programas de emergencia coordinados por Conacyt, con homeopatía y Flores de Bach.
Tal vez haya que ajustar un poquitín lo de los secuestros, que con la bendición de la 4T y el fin de la corrupción y toda la cosa aumentaron también un poquitín: 550 por ciento nada más en la Ciudad de México.
Igual no fue buena idea lo de desmantelar las unidades especializadas o lo de mover a Patricia Bugarín de la Coordinación Nacional Antisecuestro, que consiguió el milagro de que ese delito disminuyera en medio del desastre de seguridad de Peña Nieto. Ya que estamos, igual hay que revisar un poquito más allá de los secuestros en la capital, porque se dispararon también la extorsión, el robo a casas, el narcomenudeo y los feminicidios.
Pero no, no dramaticemos: salvo por lo de la medicina pública, la posibilidad de quedarnos sin áreas naturales, las epidemias y la evidencia de que la Ciudad de México está controlada por el crimen, lo de la austeridad va requetebién. Sobre todo porque en cuanto las calificadoras, los bancos nacionales y extranjeros y el FMI entiendan que es brillante inundar Texcoco, invertir en Dos Bocas y echar a andar el Tren Maya, van a aceptar que sí, vamos a crecer al 4 por ciento. O más. Tiembla de envidia, Noruega.
Mientras, les digo, celebraré con el ritual de sanación. Me gustaría invitar a hacer lo propio a varios enemigos del régimen. A Rafael Pérez Gay. A Macario Schettino. A Isaac Katz. Incluso al director de este diario, Rubén Cortés. Entréguense a las bondades del tecnochamanismo. Estoy seguro de que luego de una hora de tributo a sus antepasados, rayos gamma y sensores cardiacos van a salir curados de sus males. Van a entender, pues, vía la iluminación, que esto no es la Venezuela del norte: es la Escandinavia del sur. Yo invito las veladoras.