Descubro que
los sepulcros blanqueados se alebrestaron
mucho cuando Elenita Álvarez-Buylla, la jefaza en Conacyt, el Consejo Nacional para la Ciencia y la Homeopatía, perdón: Tecnología, destituyó a Antonio Lazcano de su chamba en el Sistema Nacional de Investigadores por andar haciendo cuestionamientos a su administración.
▶ A ver: Lazcano tiene un
doctorado en Biología en la UNAM y ha dado clases, investigado o asesorado en la NASA, el Instituto Pasteur, la Universidad de Orsay, la de Roma, la de California, la de Madrid, la de Alicante y la Politécnica de Zúrich. Por ejemplo.
O sea, Lazcano es justamente
el tipo de personaje que no queremos en la 4T, donde, se los digo como va, el liderazgo firme de nuestro Da Vinci de Tepetitán, con sus conocimientos inagotables en todos los campos —del petróleo al beis, del beis a la Economía, de la Economía a la barbacoa y a la historia de México, el país de los 10 mil millones de años—, ha revelado una verdad totalmente revolucionaria: la ciencia, como el dinero, es irrelevante cuando luchas por la justicia. Y aquí luchamos por la justicia, lo que significa que lo que necesitamos es a un personaje como mi Elenita, que comparte con nuestro Tlatoani el amor por los conocimientos y métodos ancestrales —el trapiche de Gilberto con su caballo que da vueltas, la piña miel cosechada a machete y, quiero suponer, el bastón plantador o el sistema de roza—, que combina, en una cosmovisión fascinante, con la certeza de que los transgénicos son la semilla del diablo, la de que no hay mejor manera de salir del subdesarrollo que el elotito de antes, con todo su sabor, y una pasión irreductible por el esoterismo.
Así que, machuchones, dejen de
joder a Elenita. ¿Qué piensan que necesitamos para sacar al Pueblo Bueno de la pobreza? ¿Desarrollar microprocesadores? ¿Apostarle a la nanotecnología? ¿Energías renovables? ¿Qué imaginan que somos: japoneses, canadienses, israelíes, gringos? Nuestro presidente tiene un plan, y lo ejecuta impecablemente.
El plan es lo que llamo efecto de pinza. Por un lado, le entregas la educación a la CNTE, que va a liberarnos
de la lengua del imperio, nos va a poner a hablar náhuatl —en caso de que alguien se presente a dar clases, porque la lucha popular prolongada es muy absorbente—, va a rendir tributo al leninismo y mientras tanto va a seguir secuestrando diputados.
Por el otro, dejas que Elenita se dé
vuelo en Conacyt con lo de cortar becas al extranjero o suprimir los apoyos a la investigación, salvo la que tiene que ver con las Flores de Bach y creo —corríjanme si me equivoco— que con las operaciones con las manos y los sacrificios rituales.
¿Qué garantizas con esto? Que no desaparezcan el bastón plantador, el método de roza, los elotitos con todo su sabor, el —¡pa’ su mecha!— jugo de piña miel y por supuesto el trapiche. O sea, garantizas que Gilberto y su caballo no dejen de dar vueltas una y otra vez, como desde hace siglos, eternamente, en un patio muy pobreza franciscana, para sacar un vasito de jugo de caña. Y lo más importante: garantizas que nuestro Tlatoani pueda seguir haciendo videos con Gilberto, que es justamente eso lo que necesita: videos con el Presidente Eterno. Economía Popular, se le llama.
Funciona requetebién.
▶ Así que, fifís,
neoliberales: dejen tranquila a Elenita. Elenita es intocable. Es un ejemplo inmejorable de lo que representa, para los pobres sobre todo, este régimen volcado a la utopía. Se los repito: el que sobra, en este valiente mundo nuevo, es Lazcano.