La entrada de la bicicleta en la Ciudad de México

Por Óscar Antonio Roa

La resistencia ante nuevas formas que rompen con las costumbres es evidente, incluso la propia bicicleta tuvo su punto de debate durante su aparición en el siglo XIX.

Este medio de transporte, hoy tan recomendado por los múltiples beneficios que trae consigo, no siempre fue bien recibido entre la sociedad mexicana, incluso los medios de comunicación de esos tiempos publicaban críticas constantes ante los usuarios del vehículo de pedales.

Existían varios factores por los cuales la bicicleta no era bien recibida, el primero de ellos estaba relacionado con los atropellos, los transeúntes constantemente se quejaban sobre el peligro que representaban los velocípedos. Ante ello, el Club Veloce desarrolló un pliego hacia el Secretario de Gobernación sobre los beneficios del vehículo, incluso llamando a no prohibirlas sino a sancionar a los ciclistas que cometieran esos actos criticados. El resultado de esta campaña fue la regulación del ciclismo, matriculando cada uno de estos artefactos, regulando su espacio de tránsito, etc.

Los otros dos factores tenían cierto grado de relación, uno estaba encaminado al alto costo de los velocípedos, el cual oscilaba entre los 200 y 300 pesos, una fortuna en ese tiempo, por lo que solo las clases altas tenían acceso al uso de estos. El otro, relacionado al costo, fomentó en las mujeres la disrupción con las convenciones sociales respecto a su forma de actuar, no solo en nuestro país, sino en todas las naciones industrializadas de finales del siglo XIX y principios del XX, llegando a ser sumamente desaprobado por las personas más conservadoras de la época.

Fuera de los escándalos y atropellos ocurridos, este medio de transporte finalmente fue incorporándose poco a poco en las calles de la ciudad, incluso se formó el Cyclist Union Club, asociación que organizaría las primeras carreras con destinos como Cuernavaca, Necaxa, Amecameca, Toluca, entre otros destinos; teniendo como registro la primera carrera el día 8 de enero de 1893 con un tramo de 26 kilómetros que correspondían de la Viga rumbo a Santa Anita y de vuelta.

Imagen: Cuartoscuro