Por Óscar Roa
Llamado por su mejor amigo Max Brod como “El más profético (y perturbador) cronista del siglo XX”, este 3 de junio se conmemora la muerte del escritor Franz Kafka.
Un abogado de profesión, pero escritor de corazón; libre en el alma, reprimido en ideales. Kafka sería un doctor en Derecho encargado de llevar el negocio familiar, idea impuesta por su padre; sin embargo, no sería ese su destino, el cual nos habría privado de semejantes obras. Gracias a pertenecer al “Círculo de Praga”, lograría publicar sus libros, comenzando con “La condena (1913)”, pasando por “La metamorfosis (1915)” y culminando con “El proceso”, libro que sería publicado póstumamente, al igual que una gran cantidad de sus escritos.
Una mezcla de tragedia mezclada con situaciones absurdas, han sido parte de la esencia misma del autor, quien reflejó gran parte de su vida en su escritura, provocando el uso de un nuevo adjetivo, “kafkiano”.
A la muerte del autor por tuberculosis, su voluntad era privar al mundo de gran parte de su obra, incinerando todos sus escritos, cosa que gracias a la amistad, respeto y alta estima que tenía su amigo Max Brod por él, no sucedió. Es precisamente por este acto polémico, por el cual podemos seguir recordando a un artista literario trascendental como Franz Kafka, sobre todo a 96 años de su partida.
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