La judicatura constitucional constituye uno de los mayores compromisos que un ser humano puede tener. Debe ejercerse, antes que, con cualquier otra cualidad o característica, con visión humanista. Solamente entendiendo que en cada caso se resuelve algo muy relevante en la vida de las personas y que de una correcta o incorrecta decisión dependen los valores más preciados y sensibles para nuestros semejantes, es posible asegurar que la justicia constitucional efectivamente repare, reintegre, reajuste, compense y equilibre las desigualdades sufridas e injusticias cometidas.
Desde la época de Roma sabemos que juzgar es un oficio que no se aprende en cuestión de horas, días o meses, sino que se cocina a fuego lento, conforme se va juzgando adecuadamente, a partir del paso de los años, de la experiencia ganada y de refrendar el compromiso con los valores constitucionales que sostienen los pactos sociales sobre los que construimos nuestra común unión. La judicatura constitucional nunca debe ser burocracia judicial.
Fue Peter Häberle quien describió con enorme sentido las características de la judicatura constitucional, justamente, al referirse a la personalidad de su maestro Konrad Hesse, jurista y juez constitucional inigualable de la Alemania de posguerra: “Konrad Hesse podría ser caracterizado por su modestia, nobleza, integridad y sinceridad, en términos realmente inusuales. Detestaba profundamente tanto las polémicas ruidosas como las conspiraciones silenciosas, así como cualquier tipo de oportunismo. También se expresaba de manera crítica, pero en un tono moderado”.
Otro juez constitucional de quien tuve el privilegio de ser colaborador —el Ministro Presidente de la Corte Juan Silva Meza—, solía enseñarnos que la judicatura constitucional no permite protagonismo, ni afanes individuales de fama e importancia, sino que exige sencillez, humildad en el actuar, modestia intelectual, serenidad en el juicio y prudencia en la resolución. Decía don Juan que: “para ser juez hay que saber escuchar y saber callar, pero el reto más importante está en la capacidad de saber escuchar y atender lo que dicen las partes; estudiar lo que dice el derecho y valorar con inteligencia el contexto”.
Finalmente, la auténtica vocación de la judicatura constitucional del Siglo XXI es convertirse en el gran catalizador que logre una sociedad más igualitaria y justa, desterrando las brechas que existen entre la sociedad y los distintos grupos vulnerables que son invisibles.
Este ha sido el mensaje que en sus respectivos informes de labores transmitieron el Magistrado Presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal —Felipe Fuentes— y el Ministro Presidente de la Corte —Arturo Zaldívar—; y que se resume en nuestra obligación de construir una judicatura constitucional que asegure la justicia para todos, especialmente, para los más pobres, los más desprotegidos, los marginados, los discriminados y los olvidados.
Una judicatura constitucional que sea la voz de quienes hoy no la tienen.