La lucha anticorrupción de China: del Imperio de la Ley hacia el Estado de Derecho

El fenómeno de la corrupción es actualmente un asunto que forma parte del espectro de temas considerados de seguridad nacional e internacional. Diferentes países han implementado políticas anticorrupción ad hoc a sus modelos y regímenes políticos reconociendo el problema como un obstáculo para el desarrollo.

El caso de la lucha anticorrupción de la República Popular China merece revisarse con detenimiento. Después de su instauración en 1949, uno de los intentos de la nueva república por erradicar la corrupción fue la campaña “En contra de los tres males”. Este movimiento, encabezado por Mao Zedong, buscaba fulminar a los tres enemigos del estado: la corrupción, el desperdicio de recursos públicos, y la burocracia que se opusiera a principios marxistas.

La campaña no obtuvo el éxito deseado. La debilidad institucional para la implementación de la ley aunado a la existencia de esquemas políticos clientelares, parecidos al cacicazgo en México, hicieron de la campaña una herramienta de desprestigio político. Para aquellos con aspiraciones de formar parte de los cuadros del Partido Comunista, deshacerse de sus competidores era fácil al acusarlos de delitos de soborno frente a unidades anticorrupción, mismas que a su vez eran corruptas y nepotistas. Los castigos para los acusados: desde la humillación pública hasta la muerte.

La campaña anticorrupción penetró las esferas pública y privada de las familias chinas, con amigos denunciando amigos, padres denunciando hijos, e hijos denunciando padres ante los comités anticorrupción con el afán de mantener el propio nombre libre de cualquier relación con una persona corrupta. Este periodo es conocido en la historia de China como la purga de 1951-1952. La purga no disminuyó la corrupción, sirvió más bien como táctica para el adoctrinamiento Marxista-Leninista tanto de élites como de masas. El resultado: psicosis generalizada y temor ante el Imperio de la Ley y la falta de un debido proceso.

Propaganda anticorrupción de 1951. En la imagen la clase obrera ataca a un alto burócrata representado por un tigre que carga con bolsas que dicen ‘malversación’ en chino.

Fuente: Baidu Images

En la historia más reciente, la adhesión de China a organismos multilaterales y al mercado internacional, la obligaron a reformar y fortalecer sus instituciones, a considerar marcos para el ejercicio del Estado de Derecho y la protección –de alguna u otra forma- de los derechos humanos. Todos estos elementos han dado un tinte diferente a la campaña anticorrupción de Xi Jinping iniciada a finales de 2012.

Esta campaña, en palabras del mandatario, busca limpiar al país de tigres y moscas, metáfora que refiere a individuos corruptos tanto en los niveles altos como bajos de la burocracia china. Para Xi Jinping, no reparar las tendencias corruptas en el partido sería como poner un muro entre el partido y la gente, provocando “la pérdida de la razón de ser del partido”. En otras palabras, el no abatir la corrupción ocasionaría la pérdida de legitimidad para el Partido Comunista, algo que un régimen unipartidista no puede permitirse.

En este sentido, la lucha anticorrupción es para China una prioridad, pues de ella depende en gran medida la estabilidad del régimen político. En un período en el que el crecimiento económico del gigante asiático preocupa a muchos, la estabilidad política y la credibilidad en el partido son recursos invaluables para la supervivencia del sistema.

Entre los logros de la campaña puede destacarse: la creación de unidades anticorrupción en las instituciones gubernamentales en cada una de las 34 provincias de China, igualmente departamentos de educación que informa a los funcionarios públicos sobre qué es un acto de corrupción de acuerdo al marco legal chino.

También se destaca la coordinación que estas entidades locales anticorrupción tienen con la Comisión Central para Inspección de Disciplina que está bajo supervisión del Partido. Además, para algunas escuelas, la inclusión de educación anticorrupción como materia de cívica y ética se ha hecho obligatoria, principalmente en facultades que imparten clases de administración pública.

China también ha permitido el acceso a la información sobre sus avances en la materia. Así iniciativas internacionales han ayudado a dar seguimiento a la campaña anticorrupción de China. Un ejercicio ejemplar de esto es Catching Tigers &Flies, una iniciativa del Centro de Relaciones China-EUA.

Esta plataforma permite visualizar las redes de corrupción en la burocracia china. La plataforma cuenta con datos actualizados desde 2003 hasta Julio de 2018 y muestra datos interesantes como el número de personas arrestadas, bajo investigación y ya sancionadas por delitos de corrupción y enriquecimiento ilícito. Así mismo, la plataforma muestra el cargo ejercido, la cantidad desviada, y las conexiones con terceros vinculados en un caso.

La lucha de Xi Jinping no ha estado libre de controversias. Si bien la campaña desde su inicio ha sentenciado ya a 118 tigres y 479 moscas, el afán por mediatizar las capturas de oficiales de alto rango, han generado reacciones de desconfianza, pues los ciudadanos se percatan de que hay más corrupción en el sistema de la que imaginaban. Pese a esto, el 93% de la población está satisfecha con las prácticas anticorrupción implementadas por el gobierno chino.

China, por el tamaño de su territorio, su población y su complejidad burocrática aún enfrenta grandes retos en materia de corrupción, sin embargo, hay que aprender de ella que la corrupción no se limpia como las escaleras, se limpia con estado de derecho, con cumplimiento de ley y con formación cívica constante que informe a los ciudadanos sobre las repercusiones que tiene la corrupción en su calidad de vida.