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La mansión de las colinas

La mansión de las colinas

Columnas martes 10 de diciembre de 2019 -

Sin considerarse abiertamente un pesimista ni un misántropo, Charles Chaplin, de quien Orson Welles decía que «no era afeminado» sino «absolutamente femenino como intérprete», confesó que había días en que el contacto con cualquier ser humano le hacía sentir físicamente enfermo: lo que los románticos llaman «hastío vital». Un contrasentido, a vista de pájaro, tomando como referencia que se casó cuatro veces.
Aunque muchos recuerden con especial entusiasmo a Lita Grey por haberle obligado a contraer nupcias con sigilo y discreción en una comisaría mexicana, de sus mujeres oficiales, todas con edades más propias de una hija, la última, Oona O’Neill, debió ser el personaje más fascinante. Al quedar prendada por el encanto del británico, Lady Chaplin perdería su individualidad, inestimable herencia literaria y apellido. Su rol como primera dama se limitaba a introducir a su célebre marido al círculo cercano de personajes como el escritor Truman Capote, un viejo amigo suyo que reverenciaba al creador de Charlot como a uno de los dioses del Olimpo.
Hay que decir, por otro lado, que las visitas del autor de A sangre fría a Manoir de Ban en el entrañable pueblecillo suizo de Vevey no tuvieron las mismas repercusiones, mirando en perspectiva, que las del camaleónico David Bowie. Debieron ser las gaviotas mansas o las aguas diáfanas y serenas del lago Lemán las que le bordaron el contexto de «atracción mutua» —según una anécdota del pintor polaco Balthus— al encuentro iniciático entre Bowie, de 32 años, y la viuda más famosa de la Suiza francófona, de 55, en la mansión de las colinas, que dicho sea de paso, desde abril de 2016 funge como un museo en honor a la vida y obra de Charles Chaplin.
Precisamente ahí, luego de instalarme en la recámara principal de la casa en la que pasó sus últimos 25 años de vida en el exilio, reviví enternecido la ovación y el aplauso perpetuo que recibió en la ceremonia de los premios Oscar de 1972 tras su regreso al país del que fue desterrado por enarbolar ideas comunistas. Me comporté a la altura: rompí en llanto.




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