Murió Andrea Camilleri. Es más o menos sorprendente cómo un individuo a quien uno jamás conoció, puede convertirse en una especie de amigo distante pero entrañable. Uno esperaba la aparición de sus nuevos libros con la misma simpatía que espera la visita de un familiar cuyo sentido del humor es inolvidable.
Ya escribí hace tiempo en estas páginas un artículo sobre la obra de Camilleri, sugiriendo particularmente su divertida serie de novelas policíacas del comisario Montalbano. Los críticos y especialistas en letras emitirán su dictamen sobre los libros de Camilleri.
Con toda seguridad, este autor no será considerado como uno de los grandes de la literatura universal.
No obstante, para muchos lectores seguirá siendo una fuente interminable de sonrisas. Somos muchos quienes abríamos sus libros con la expectativa de entretenernos en la resolución de sus misterios, pero sobre todo con el entusiasmo derivado de la lectura de las nuevas aventuras de un elenco de personajes simpatiquísimos.
El pueblo de Vigata (una villa inexistente donde se sitúan los relatos del comisario Montalbano) parece un pequeño municipio mexicano. Los panaderos, cocineros, abarroteros, policías, las señoras, los políticos, los niños, los viejecitos y hasta los delincuentes parecen sacados de cualquier rancho serrano en nuestro país.
Tan bueno era este escritor, que sus creaciones podían sentirse como sacadas de una galería de conocidos de nuestra vida cotidiana. La descripción que Camilleri hacía de platillos de la cocina italiana, despertaba el apetito del afortunado lector que disfrutaba sus libros.
Hablamos de un hombre que cuando la compañía de sus cigarros predilectos dejó de producir los que más le gustaban, mandó una carta exigiendo su regreso a los expendios. Informa el diario El País que cuando le preguntaron a Camilleri, a sus 93 años, si le preocupaba la muerte, respondió “peor hubiera sido tener que dejar de fumar”.
Autor de guiones televisivos, cinematográficos, cuentos, novelas y obras de teatro, es verdad que Camilleri fue un best-seller, pero era mucho más que eso. Los best-seller convencionales no hacen que unolea a Leonardo Sciascia o a Luigi Pirandello, autores continuamente recomendados por Camilleri a lo largo de sus libros. También dicen los entendidos que Camilleri renovó la lengua italiana en su obra, haciendo uso del dialecto siciliano. No lo sé, yo leía sus traducciones al español, pero sí recuerdo una entrevista suya donde protestaba airadamente porque el italiano no era una de las lenguas oficiales en los documentos de la Unión Europea. Camilleri estaba escandalizado de que ningún político italiano se hubiera quejado por esto. Pocos pueden decirse felices a los 93 años. Todavía menos individuos tienen la capacidad de contagiar esa felicidad. Camilleri fue uno de éstos últimos.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel