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La noche de las nerds

La noche de las nerds

Columnas jueves 15 de agosto de 2019 -

Amy y Molly son dos adolescentes a punto de graduarse de la preparatoria. Han pasado gran parte de su adolescencia metidas en la biblioteca, cumpliendo con los deberes y preparándose para ingresar a la universidad sin problema alguno. Todo parece ser ideal hasta que Molly entra al baño – un baño mixto- y se entera que sus compañeros, jóvenes inferiores según su punto de vista, han sido aceptados en sus respectivas universidades al igual que ellas, algunos incluso ya acumulan ofertas de trabajo.

Ambas entran en crisis al considerar que de nada sirvió el esfuerzo invertido durante sus años de escuela, perderse fiestas, viajes, borracheras e incluso evitarse tener pareja y por eso se determinan a conseguir todo eso en una sola noche, y recuperar el tiempo perdido.

La noche de las nerds de Olivia Wilde pudo ser una divertida película sobre adolescentes y termina siendo una más de aquellas películas sobre locura juvenil llena de clichés y chistes sobre alcohol, y sexo, más inclinada a Animal House que a los filmes de John Hughes.

Las películas sobre adolecentes desenfrenados siempre han funcionado como elemento catártico, un desahogo que provoca de risas, y también porque no como el retrato de una época y de una generación; ya sea Rebelde sin causa, American Pie o SuperCool, que en varias ocasiones generaban nostalgia, lastimosamente BookSmart (nombre original) se queda por encima de todo lo que quiere proponer y lo reviste de un discurso feminista forzado, en donde no hay un solo personaje masculino rescatable, y que evidencia que tanto Wilde como sus cuatro escritoras (irrisorio el número de escritoras para este filme ) estaban más empecinadas en enarbolar un discurso inclusivo anti varones (supremacistas blancos se les llama en el filme) que en hacer un filme agradable y divertido.

Wilde no propone, no critica al adolecente –que buena falta le hace- y tampoco les da voz, los diálogos en su mayoría son pobres, tampoco se centra en su generación ni al mundo en el que se desenvuelve, cosa que si hacia Hughes, quien cambio las reglas del cine adolecente dignificando a la juventud, dándole voz a sus dolencias, a sus depresiones y sus deseos ya fuera con padres entregados o distantes pero nunca desaparecidos, aquí los padres están demás y no aparecen ni siquiera cuando es necesario por el propio guión: si una menor de edad alcoholizada y detenida por la policía, no es una exigencia del guión, entonces yo no sé lo que es.

Olivia Wilde entrega un filme complaciente con los adolescentes de esta época tan víctimas de su tiempo que envejecerá pronto y mal. Hueca por donde se le mire, tan acorde a esta generación una generación tan empoderada, tan rica, tan privilegiada pero tan vacía y en efecto si algo podría definir este filme es vacío.

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/CR

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