La nueva guerra fría será en Internet

A través del World Wide Web Consortium - W3C- se trabajan los criterios y estándares para que Internet pueda funcionar globalmente a través del consenso, la transparencia y la neutralidad de la información. Sin embargo, la W3C fue creada por los gringos y la soberanía del ciberespacio les pertenece casi en su totalidad.

El mes pasado la Cámara Baja del Parlamento ruso anunció un proyecto de ley para garantizar la seguridad del segmento ruso de internet y su desconexión de la red mundial en caso de ataques cibernéticos o situaciones de crisis. Para esto Rusia debería crear su propio sistema de DNS y requerir que sus proveedores de Internet instalen equipos especiales capaces de enrutar el tráfico a través de puntos de intercambio centralizados bajo el control del regulador estatal Roskomnadzor. Eso permitiría a las autoridades rusas filtrar todo el contenido ilegal y asegurarse de que el tráfico permanezca dentro de Rusia, sin ser retransmitido a servidores en el extranjero, donde podría ser interceptado. La excusa retórica que se propone la Cámara Baja a todo esto es evitar un ciberataque hacia los rusos.

En 2014 ya Putin había propuesto este plan, quizás ahora sólo quiere más autonomía sobre Runet, pero también podría estar intentando reforzar sus capacidades de ciberguerra o de generar censores más eficaces para la información que se encuentra disponible en línea para los ciudadanos rusos.

No es que esto no haya pasado antes, la China de Xi Jinping tiene su propia red donde se controla el contenido en línea, la ciberseguridad y el desarrollo de las nuevas tecnologías chinas. Sin embargo, esta nueva posibilidad con Rusia como protagonista conlleva un problema geopolítico y al mismo tiempo una ganancia para el Kremlin a través de la manipulación de la opinión pública rusa.

El problema geopolítico tiene que ver con la ruptura con la red global porque no importa cuánto se haya preparado Rusia, es casi seguro que surgirán problemas imprevistos si trata de separarse del resto del mundo ya que los proveedores de servicios de Internet no pueden saber con precisión cuán dependientes son de cada infraestructura fuera de sus fronteras. Es muy complejo el nivel de protocolos y podría haber fallas catastróficas en cualquier lugar del mundo, inclusive haciendo el test que el Kremlin tiene previsto para antes del 1 de abril de este año. Recuerden, Internet en el fondo son un montón de tubos interconectados y cables oceánicos.

De igual forma, y quizás lo que más afecta la vida de la democracia, es la manipulación de la opinión pública. En enero de este año, la República Democrática del Congo apagó su Internet durante una reñida elección presidencial que intentaba sacar al país de la inamovilidad política para no alarmar con “resultados falsos” a la población congolesa; lo mismo que pasó en Egipto durante la Primavera Árabe, son paralelismos tan obvios que enceguecen. Es por ello que no sería extraño que Rusia esté pensando en hacer lo mismo para controlar a sus detractores. No es gratuito que esta idea de la ruptura de Rusia con la red global haya empezado en 2014 con la crisis de Crimea y que salga a relucir en la actualidad con los escándalos de interferencia rusa en las elecciones norteamericanas.

Al tratar de construir una Internet totalmente autónoma, lo que realmente está haciendo Rusia es crear una red más débil. La Internet global funciona a la perfección porque hay muchas rutas para que fluya el tráfico; es difícil de evitar en su totalidad que una información llegue a su destino. Rusia quiere construir un sistema donde pueda entender las vías alternativas y cerrarlas a su voluntad, ejerciendo un control sobre los usuarios de Internet rusos y sus hábitos digitales.

Si ya existe una guerra comercial por la hegemonía digital entre China y Estados Unidos, Rusia no puede ser el eje de poder que se quede atrás. Quizás este es el comienzo.