Luego de leer a Elvira Sastre describir la escultura como una pasión solitaria y absorbente en Días sin ti (Seix Barral, 2019), pensaba en que quizá nunca haya conocido a un guardafaros como el que interpretó Michael Fassbender en La luz entre los océanos, la adaptación cinematográfica de Derek Cianfrance del best seller australiano.
Después de llamarle sobrevalorado en
una charla maratónica sobre cine en la plaza de Naghsh-i Jahan de Isfahán, la capital cultural de Irán, dentro de una atmósfera que desbordaba espiritualidad, pensaba que mi valoración sobre la carrera del irlandés había estado condicionada por la estrecha relación que mantiene con Alicia Vikander.
Como emitir juicios, más tratándose
de territorio sagrado, me parece peligroso, al volver de la antigua Persia consagré mi fin de semana a recuperar su filmografía. Después de aterrizar en Hunger y Shame, donde comenzaría su idilio con Steve McQueen, llegué inevitablemente a la cinta en la que se terminaría enamorando de su actual esposa.
El inicio no puede ser más prometedor. Condenado a la soledad de un faro
que divide las aguas del Atlántico y el Pacífico, Fassbender es despedido por una modesta comitiva con una cita memorable: «seis meses no es mucho tiempo, a menos de que intentes contener la respiración». Luego, muy a mi pesar, la soledad le dura lo que su torso cubierto tras conocer a la única mujer joven en varios kilómetros a la redonda, siendo el único hombre más o menos joven en varios kilómetros a la redonda.
Debo decir que lo mejor de la cinta,
sonrisa de Vikander aparte, es la intensísima relación epistolar que guardan los amantes durante el cortejo, un claro afán reivindicativo de Cianfrance respecto al romance en su estado más puro tras la honestidad desgarradora de Blue valentine.
Sin recurrir al camino fácil de 12
años de esclavitud, me sentí obligado a retractarme. Aclaro, en mi defensa, que descubrí a Michael Fassbender en Eden Lake, un salvaje survival británico, cuando nadie -ni el gran público, ni Alicia, ni yo- advertía sobre su gran talento interpretativo y esa extraña obsesión por quitarse la camiseta.
•Lector, viajero y prospecto de escritor.
Dormí en el Wadi Rum y contemplé el rostro
imperturbable de la gran esfinge en la
meseta infinita de Giza. @Ricardo_LoSi