Tenía que ocurrir. La renuncia de Carlos Urzúa, a la titularidad de la Secretaría de Hacienda, es un duro golpe al Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador y revela la profundas contradicciones y pugnas que hay en el gabinete.
Urzúa, en su carta de renuncia, soltó un dardo que lastima el corazón de la 4T: “Se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento. Estoy convencido que toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando de los diversos efectos que esta puede tener y libre de todo extremismo, sea este de derecha o de izquierda”.
Por lo que dice, se puede intuir que la estabilidad económica del país está comprometida. Señaló, también, que metieron cuñas en el equipo hacendario, y que ello inclusive puede prefigurar el conflicto de interés.
Era un secreto a voces que la oficial mayor de la secretaría, Raquel Buenrostro, hacía y deshacía sin consultar a su jefe y con un gran margen de discrecionalidad, amparada en la confianza que le dispensan desde Palacio Nacional.
Inclusive, en el Diario Oficial del 4 de julio, se le delegaron las atribuciones de “promover, diseñar, elaborar, celebrar y suscribir y administrar los contratos marco”, lo que reducía el poder delpropio secretario.
En efecto, la improvisación y los programas que tienen un corte más clientelar que social ya están causado un daño severo, porque no hay modo de recuperar lo que se está gastando.
La confianza de empresarios y sectores productivos es débil o está rota.
Es imposible disociar la renuncia de errores graves de perspectiva, como la cancelación del AICM y la insistencia en la construcción de la refinería de Dos Bocas.
Uno de los logros más grandes de quienes gobernaron al país en las últimas décadas, fue el de mantener la estabilidad económica y de resistir las diversas crisis, como la de 2008.
Ahora vamos a un camino sembrado de obstáculos y lo más grave es que uno de los personajes que daban tranquilidad y cierta racionalidad al proyecto del Presidente López Obradorprefirió renunciar a su cargo.
Por ello, todo esto tiene un carácter político, además de todas las dificultades económicas que puede significar.
Ojalá que la salida de secretario de Hacienda sirva para recapitular y para procesar la serie de descalabros que se han venido generando en los últimos meses.
No hacerlo, puede significar el avanzar a un escenario poco halagüeño y cargado de riesgos.
La evidencia indica, por desgracia, que las advertencias de Urzúa no serán escuchadas, porque no lo fueron antes y eso lo orilló a salir del gabinete.
Menuda tarea tendrá Arturo Herrera, el relevo inmediato, y nuevo secretario. Después de todo, las acechanzas no se borran en la sustitución, sino que persisten y es probable que se profundicen.
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