“Pensemos precavida y precautoriamente que el México bronco, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro; únicamente duerme. No lo despertemos…”, expresó memorablemente don Jesús Reyes Heroles. Ese México bronco respira permanentemente en las fuerzas más radicales de la izquierda y la derecha. La función del PRI durante décadas fue, como decía el mismo Reyes Heroles, fungir no como el partido moderado, sino como el partido político moderador. La búsqueda de equilibrios y conciliaciones fue un principio rector del viejo PRI, a la luz de la experiencia internacional de la devastación producida por la Guerra Civil española, o en nuestro país a consecuencia de los fratricidios durante la Revolución mexicana.
En los últimos meses, en México y en el mundo, la extrema derecha está avanzado progresivamente en numerosos comicios. Las elecciones para el parlamento europeo arrojaron resultados favorables al extremismo derechista. Pongo aquí las estadísticas consignadas por Gideon Rachman en su columna del Financial Times. En Francia, el partido de centro derecha y el de centro izquierda (republicanos y socialistas) tuvieron menos de 15 por ciento del voto, mientras que la extrema derecha, los liberales y los verdes consiguieron más de 60 por ciento del voto. En Italia, el centro izquierda y el centro derecha alcanzaron 31 por ciento del voto, mientras que los partidos populistas lograron 58 por ciento de los votos. En el Reino Unido, los conservadores y laboristas ganaron apenas 23.2 por ciento del voto entre ellos. Inclusive la estable y razonable Alemania, el voto combinado de la democracia cristiana y los socialdemócratas cayó a menos del 50 por ciento. La extrema derecha alemana obtuvo por sí sola un 11 por ciento del voto.
Ya me referí en este espacio a la victoria absoluta del BJP, el partido del primer ministro Narendra Modi en las elecciones de India. La política de Modi es ultranacionalista, populista y ferozmente anti-islámica. No hace falta recordar el lugar común de la llegada a la presidencia de Jair Bolsonaro en Brasil.
En México se dice que llegó al poder un movimiento progresista de izquierda, pero mal de su grado deben reconocer que lo hicieron de la mano del PES, el partido de la extrema derecha mexicana. Dicen los obradoristas que no pasa nada, porque ese partido ya desapareció y ninguna de las políticas del gobierno mexicano va en esa dirección. Mentira. Ya se discute la posibilidad de asignar concesiones de radio y televisión a grupos evangélicos y se les prestó el Palacio de Bellas Artes para una ceremonia religiosa, lo disfracen como lo disfracen.
Ni siquiera los panistas católicos Vicente Fox y Felipe Calderón se atrevieron a algo semejante. La extrema derecha avanza y es la base de los movimientos fascistas estructurados alrededor del culto a la personalidad de un “Hombre fuerte”. Advertencia para las feministas, el fascismo siempre promueve un hombre. Lo lamentaremos todos.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel