La 4T vuelve a poner de moda a la Economía y ahora en todos lado se habla de las perspectivas de crecimiento, tanto nacional como personal, y de cómo encontrar opciones para poder “brincarla”.
Desafortunadamente, suele haber mucho de especulación, otro tanto de desconocimiento y, generalmente, aún más de ideología que terminan por
complicar todo. La buena noticia es que en México contamos, por lo menos hasta hoy, con instituciones que proveen información accesible (gratuita y de acceso público en línea) que permite clarificare identificar muchas de las razones por las que no crecemos.
Por principio de cuentas, la caída en la inversión que es la responsable de la generación de empleos y crecimiento. Desde que
la 4T asumió el poder, únicamente en los meses de enero y abril tuvo comportamiento positivo (7.3% y 1.1% respecto al mes anterior, respectivamente) mientras que el resto de los meses hubo datos en negativo de acuerdo al Inegi. Este comportamiento se puede explicar por la creciente violencia que se vive en el país
pero, de manera igualmente importante, por decisiones como la cancelación del NAIM o la polémica por los ductos de gas que transmiten a los empresarios (de todos los tamaños y de todos los países) que el Gobierno tiene un criterio discrecional para hacer valer los contratos y la normatividad (cuando se supone que debería velar por el cumplimiento parejo) y eso aumenta el riesgo de invertir en México.
Con la lógica de que si no se invierte en bienes y equipos de
trabajo no es posible que crezca la capacidad real de producción en el país, no sorprende que tampoco haya ni nuevos empleos ni capacidad de compra. De acuerdo a los registros del IMSS, durante el primer semestre de 2019 se crearon 42.3% menos empleos netos respecto a los reportados en el primer semestre de 2018.
Del mismo modo, si no hay empleos no hay dinero para gastar: de
acuerdo a las “fuentes de crecimiento del PIB según componentes de la demanda final” del Inegi, el consumo se estancó la primera mitad del año (crecimiento de 0.3%) por la falta de dinamismo interno; de hecho, de acuerdo a la balanza comercial del Inegi, las exportaciones no petroleras crecieron 5.2% de enero a agosto.
Dada la posibilidad de que el país no crezca en 2018 (en la
minuta de septiembre 2019 de Banxico, los especialistas consultados establecieron una expectativa de apenas 0.46%), el Gobierno puede (de manera muy keynesiana, contracíclica y con efectos multiplicadores) darle una “ayudadita” al empleo y al consumo agilizando sus inversiones (particularmente en obra pública) y compras; paradójicamente, la Secretaría de Hacienda informó que, durante los primeros ocho meses de 2019, el Gobierno Federal ha acumulado subejercicios por 232 mil 94.3 millones (sí, está leyendo usted bien el monto). Es decir, hay 232 mil millones de pesos que el Gobierno estaba obligado a ya haber gastado de acurdo al PEF y que, por incapacidad o dolo, siguen ahí guardaditos sin traducirse en más medicinas, vacunas, servicios o empleos.
Y como “por sus actos los conoceréis”, hasta la semana pasada
que el INEGI reportó una caía de -6 % en el valor de la construcción al primer semestre del año fue que el Presidente, a decir del siempre bien informado Enrique Quintana, se reunió con los hombres de negocios para platicar de proyectos de infraestructura y la eventual presentación de un programa nacional de infraestructura versión 4T.
Y esto es sólo para abrir boca. Si el Gobierno Federal no comienza a corregir preventivamente, 2020 puede ser un año de pesadilla.
•Ex Secretario de Trabajo y Desarrollo Económico de Puebla.
Analista económico y de negocios @MichelChain