Por Israel González Delgado
Donald Trump quizás sea el político más cruel y victimista de la comunidad económica internacional. Eso no es novedad. Lo que vale la pena destacar es que en sus acciones y declaraciones también hay mucho de ignorancia e ingenuidad, del simplismo salvaje del que cree que el mundo se explica fácilmente. En su caso, como estrictas relaciones de poder, siempre en perjuicio de Estados Unidos.
Ayer se anunció que nuestro vecino del norte va a imponer aranceles al acero de Brasil y Argentina, porque a su modo de ver, esos países han "devaluado artificialmente su moneda" y eso ha afectado a los granjeros norteamericanos. Así de simple, así de airada la denuncia; así de justiciera la respuesta.
Las instituciones bancarias centrales de Brasil y Argentina han manipulado artificialmente el valor de su propia moneda para hacerle competencia desleal a los granjeros de Iowa o de Utah. Por eso procede tomar medidas para quebrar a los que participan en la cadena de producción y comercialización del acero. Así es el mundo según Trump.
Pienso que la confusión deriva de que cuando llegó a la presidencia, alguien le explicó mal las causas de déficit comercial con China; él medio las entendió, y ahora extrapola a todas las situaciones económicas lo que de ese caso cree que aprendió. Entre esa maraña, la política monetaria del gobierno chino para mantener competitivas (imbatibles, de hecho) las exportaciones.
El tema no es tan complicado. Al mantener la moneda china barata, todas las importaciones de productos chinos, para cualquier país, son desmedidamente atractivas, porque la moneda de todos ellos alcanza para comprar mucho volumen de productos y materiales. Esa es una decisión de Estado.
La enorme diferencia, que no entiende el presidente de los Estados Unidos, es que para Latinoamérica las devaluaciones rara vez son una decisión planeada de los gobiernos, y menos aún como estrategia comercial. Siempre suceden de manera inevitable, son el símbolo indiscutible del fracaso de los gobiernos que la realizan, y conllevan graves crisis de gobernabilidad. Es decir, en el caso de Brasil y sobre todo de Argentina, no hay estrategia, sino desesperación.
El país del cono sur sufrió el mayor descalabro en la historia moderna en su bolsa de valores, perdiendo el 60% de su valor en menos de 24 horas. Demencial. Naturalmente, su moneda comenzó a perder valor estrepitosamente porque perdió confianza.
El referente monetario internacional es el dólar, así que la depreciación frente a él fue también especialmente visible. En suma, lo de Argentina no fue una devaluación en sentido de política económica, sino una mera depreciación, por oferta y demanda de pesos argentinos, que nadie quiere. Y con razón.
Pero para Trump, la segunda economía más golpeada de la región (imposible competir con Venezuela, que es la peor del mundo) tiene la capacidad y la malicia de autodestruirse y dejar en la ruina a su población entera, sólo para que las naranjas de California se vendan menos. Ya no entiendo nada.