Las revelaciones en el sentido de que, durante casi ocho décadas, integrantes de la congregación Legionarios de Cristo cometieron al menos 175 casos de abuso sexual contra menores no sólo confirma una verdad que comenzó a saberse hace varios años, cuando se evidenció que su fundador, Marcial Maciel, era responsable de casos similares, sino amplía la gravedad del caso al conocerse de la conducta de, al menos, 33 de sus integrantes. No son legionarios de Dios, sino del Anticristo
Para quienes pudieran desconocer esa parte de la historia, o prefieren mantenerla olvidada, recordemos cómo en 2006 el entonces papa Benedicto XVI pidió al padre Maciel retirarse de la vida religiosa y que se dedicara a la penitencia y a la oración, y pese a las demandas de algunas de sus víctimas y de la población en general murió sin pedir perdón dos años después.
El exhorto del pontífice no fue un hecho aislado ni se pretendía dar carpetazo al asunto, ya que para el momento de su muerte una comisión investigadora tenía comprobadas muchas de las acusaciones contra el pederasta, a quien ahora se le responsabiliza de 60 casos.
La Biblia advierte que “pagarán justos por pecadores”, por lo que a nadie deberá extrañar que esa congregación tienda a ser severamente cuestionada, al margen de la conducta del resto de sus integrantes, pero lo que debe movernos a reflexión es averiguar por qué en las altas esferas de El Vaticano se protegió a Maciel y a quienes cometían aquellos abusos, pues las actuales revelaciones reconocen que fueron del conocimiento de las autoridades eclesiásticas.
A reserva de conocer nombres y cargos de los encubridores podemos adelantar que la corrupción que imperaba al interior de esa congregación es producto del poder político y económico que llegó a concentrar prácticamente desde su fundación, lo que nos conduce a fortalecer la idea de que todo poder concentrado en pocas manos es una eficaz incubadora para ideas apartadas del propósito de bienestar común.
Lo más seguro (o al menos deseable) es que El Vaticano inicie no una cacería de brujas, sino que revalore algunos de sus normas de gobierno para evitar que ocurran situaciones como la beatificación de Maciel en un paso previo a la canonización que se evitó.
El poder económico de la Iglesia no es un fenómeno de reciente creación ni se trata de una idea endeble basada en simples suposiciones, sino una realidad presente a lo largo de varios siglos, y la congregación de los Legionarios de Cristo, fundada en España por el michoacano, fue una de los sectores más poderosos, característica que no debe de extrañarnos porque en sus inicios contó con el apoyo de Alberto Martín Artajo, quien durante los años 40 era ministro de Asuntos Exteriores de Francisco Franco.