• “Ya no hay fotografía, la fotografía
es algo del siglo XIX, de fines del siglo XX; y en el siglo XXI no sé qué hay, pero eso que están usando con el teléfono celular para mí ya no es fotografía es otra cosa” Laura Gonzalez
L
a artista, curadora y fotógrafa mexicana Laura González escribió esto en su libro La fotografía ha muerto. ¡Viva la fotografía! y aunque esto despierte el inicio de una conversación en la que habría quienes la apoyen o quienes la contradigan, su punto de
vista no está tan descabellado.
La fotografía de antes, esa de la que
ella habla, era tratada como un objeto invaluable porque era lo único que tendríamos como rastro de que algo había pasado, o de que alguien había estado con nosotros, como por ejemplo el artista del momento o las fotos de cuando éramos pequeños.
Para quienes hayan nacido ya por
ahí del 2000, esto sonará lejano e incluso insignificante el hecho de comprar álbumes de fotos de distintos colores y tamaños para poder archivar de una manera ordenada nuestras fotografías, y aparte de todo, nos llevaba tiempo, es decir no era cosa de un instante.
Hoy no tenemos tiempo para nada, ni
siquiera para sentarnos a ver el carrete de fotos proyectado en la televisión, así como un evento familiar, porque primero, no hay tiempo de manera literal; es decir, todos tienen prisa por algo, y segundo, a la hora de ponerlas, seguro más de dos miembros de la familia estarían distraídos con notificaciones en sus teléfonos.
Los álbumes de fotos, hoy los hacen los
teléfonos bajo categorías generales como ubicación, fecha y, los más modernos, por rostros, pero no por momentos, ya algo tan específico, hay que hacerlo uno mismo, pero ¿qué creen?, no tenemos tiempo.
Entonces pasa lo que dice Laura González, que la fotografía que se toma hoy
en día no es para imprimirse, ni para “re verse”, sino para compartir a un espacio digital, en donde ni sabemos quién nos ve ni para qué nos ve.
El sociólogo colombiano Armando
Silva considera que los álbumes de fotos nos proporcionan una identidad familiar y una historia qué contar. En casa tengo mis propios álbumes de la primaria, secundaria y algunas fotos que he tomado prestadas de casa de mis padres, para tener mi propio álbum de la niñez, pero todos están allí, con ellos.
Antes era fotografiar sabiendo que
tendríamos ese instante congelado para la eternidad. Por ejemplo, en la adolescencia, mis amigas y yo imprimíamos unas cuatro copias de la misma foto con nuestros artistas de la época, para tener una en la cartera, otra en el álbum, otra en un portarretrato o qué se yo.
Hoy, aquel acto se resume en un click
digital, un compartir en las redes, esperar algunos Likes y fin. Incluso hay quienes lo hacen directamente desde las aplicaciones y por ende no se almacenan en el carrete.
Justo revisé mi carrete de fotos y me
notifica que tengo 24 mil 436 fotos y entonces me lleva a recordar el proceso que hacíamos antes, y que aunque nos tomaba tiempo, lo sabíamos hacer. Seleccionar qué sí y qué no, acomodarlo por fecha, por momentos, imprimirlos y rellenar los álbumes necesarios para tenerlas en casa.
Aunque confieso que he comprado un
disco duro en donde guardo todo lo que fotografío y grabo de la historia de mi hija; sin embargo, creo que es importante tener un mix. Hoy ya tiene cuatro álbumes impresos y fotos en sus paredes, será mi tarea que ella le dé la importancia y el valor a la fotografía, porque lo tiene y lo hemos olvidado.