Hasta noviembre del año pasado, el respeto al medio ambiente se daba por hecho, al menos en el discurso de gobierno.
El Acuerdo de París, el esfuerzo internacional más importante para enfrentar al Cambio Climático, marcaba un horizonte promisorio en 2015.
Entre los compromisos, signados por 195 países y que entraron en vigor en noviembre de 2016, se encuentra el trabajar para evitar un aumento mayor a los dos grados en la temperatura y reducir las emisiones de dióxido de carbono (Co2), que superaron la barrera de las 400 partes por millón de moléculas.
El encuentro mostró que es posible trabajar en conjunto y hacer sacrificios pensando en el futuro y en las siguientes generaciones. Nada afecta más que las estrategias cortoplacistas.
El triunfo de Donald Trump y el avance del populismo en el mundo, terminaron de tajo con las esperanzas o al menos hicieron que volviera la cautela e inclusive el desánimo.
Estados Unidos abandonó el acuerdo y se unió a Siria y Nicaragua, cuyos gobiernos tampoco creen que se esté enfrentando una emergencia.
A pesar de las evidencias científicas, hay quienes piensan que el cambio climático es un cuento inventado por los chinos y que el mundo aguantará otra larga temporada de depredación.
En nuestro país estamos ya en esa sintonía y ello se refleja en planes de inversión para energías fósiles y en una posposición de modelos alternativos.
Una de las candidatas para integrase a la Comisión Reguladora de Energía (CRE), Nora Leticia Campos, señaló que inclusive hay que destruir la naturaleza para satisfacer las necesidades humanas.
Minimizó también los efectos del CO2 y diagnosticó al cambio climático como un asunto “no tan grave”.
Es probable la doctora Campos se integre a la CRE aun cuando las ternas sean rechazadas por el Senado, ya que esto posibilitará que el Presidente de la República haga las designaciones respectivas.
Si bien las tareas de la CRE se refieren sobre todo a la regulación energética, no deja de ser sintomático el perfil de quienes estarán en posibilidad de integrarla.
Los próximos años no serán los de la defensa del medio ambiente. Esto está claro desde la concepción de proyectos como la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya.
Hay que insistir en que es posible un desarrollo sustentable y que, en efecto, la creación de infraestructura no tiene que estar reñida con una concepción que se comprometa por mejorar la calidad de vida y preservar la naturaleza.
Terminó la corrección política ambiental, pero ello no traerá nada bueno, sobre todo cuando los países más desarrollados ya exploran otros caminos y ahí sí saben que estamos enfrentando riesgos de alta magnitud.
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