Uno de los países latinoamericanos más estables y mejor evaluados en su sistema político e institucional, Uruguay, se encamina a unas elecciones que podrían
abrir las puertas para un cambio en la conducción nacional, tras 15 años de gobiernos del centro-izquierdista Frente Amplio.
Las elecciones presidenciales uruguayas tendrán una primera fecha este
domingo 27 de octubre, el mismo día de los comicios en Argentina. Pero dada la fragmentación de las preferencias es un hecho de que habrá una segunda vuelta el 24 de noviembre, entre los dos
candidatos que resulten más votados en la primera ronda.
Para evitar una segunda vuelta, en
el caso uruguayo, el ganador deberá obtener el el 50% más un voto del total de votos emitidos. Lo usual son las segundas vueltas.
El Frente Amplio, una coalición con
agrupaciones de centro-izquierda e izquierda, que ha gobernado por 15 años consecutivos, ha visto cómo se erosiona su respaldo. Las encuestas le adjudican alrededor de 40% de votos para el 27 de octubre. Lo que podría favorecer al
Frente Amplio sería una desunión de las fuerzas de oposición, de signo conservador, en la segunda vuelta.
Tras dos gobiernos de Tabaré Vásquez
y un período de Pepe Mujica en la presidencia, sumando 15 años consecutivos de gobiernos de centro-izquierda, el Frente Amplio tiene en 2019 como candidato presidencial a Daniel Martínez, quien fue intendente de Montevideo, la capital uruguaya, pero quien sin duda tiene menos carisma que Vásquez y Mujica.
De acuerdo con un compendio de
encuestas uruguayas, reprocesadas por el diario El País de España, Martínez mantiene un 35% de intención de voto, le sigue el candidato del Partido Nacional Luis Lacalle (hijo de un expresidente uruguayo homónimo) con 25% y Ernesto Talvi, del Partido Colorado, con 17%.
Sin ninguna posibilidad de salir electo, pero si con posibilidades de hacerse
con una bancada parlamentaria que podría tener peso dada la fragmentación de partidos en Uruguay, aparece en cuarto lugar el general retirado Guido Manini Ríos, que obtendría 10% de los votos. Un ultra católico que mueve a los
sectores conservadores del pequeño país sudamericano.
La incertidumbre rodea, por tanto,
no a lo que ocurra en la primera vuelta sino a los resultados con los que queden, en términos de peso electoral, las fuerzas opositoras conservadoras de cara a construir una alianza que pueda imponerse ante el Frente Amplio.
En términos numéricos quedará en
claro que ya la coalición de centro-izquierda pudiera ser derrotada en una segunda vuelta, pero dependerá de factores políticos si efectivamente se articulan las fuerzas que quieren un cambio en la conducción del país.
En el agotamiento político que exhibe el Frente Amplio hay razones económicas y sociales. El sistema económico
tradicional de Uruguay, con un peso del Estado en la orientación de la economía, apuntalando a una suerte de Estado de bienestar escandinavo, resulta
ya insostenible.
Si el Frente Amplio abandona el
poder, los cambios no serán sólo económicos. En política exterior también ocurriría un giro significativo si Lacalle o Talvi, cualquiera de ellos, llega a la presidencia. Por ejemplo, en relación con el régimen de Nicolás Maduro ambos han cuestionado la pasividad de la cancillería bajo la administración de Tabaré Vásquez, y han anunciado una política de más denuncias a las violaciones de los derechos humanos en Venezuela.
• Periodista e investigador de la
Universidad Católica Andrés Bello, en
Caracas.@infocracia