Los años noventa fueron los del auge del Cártel de Juárez y una de sus zonas de mayor influencia y actividades se encontraba en Quintana Roo y en particular Cancún.
Era el reino de Alcides Ramón Magaña,
El Metro, Amado Carrillo Fuentes y Juan
José Esparragoza, El Azul.
Gobernaba Mario Villanueva Madrid, un político
hábil y que se había hecho a sí mismo escalando posiciones y con una visión social del ejercicio del poder. Tenía mala relación con la federación y en particular con el presidente Ernesto Zedillo, quien lo veía con desconfianza y razones había.
La PGR y la DEA le seguían los pasos al gobernante,
amparados en las revelaciones del maxi proceso que se siguió contra integrantes del cártel chihuahuense.
Las autoridades decían tener evidencias sobre un
esquema de protección que las autoridades estatales desplegaban para facilitar la llegada de cargamentos de cocaína procedentes de Colombia.
Se estableció vigilancia sobre todos sus movimientos, pero Villanueva Madrid tenía a su favor el fuero
constitucional del que gozaba y a las fuerzas de seguridad estatales bajo su mando.
Todo estaba planeado para detenerlo el 5 de abril,
en el cambio de estafeta de la gubernatura, pero un día antes, durante un viaje a Mérida, Yucatán, se dio a la fuga.
Dos años estuvo a salto de mata, hasta que en mayo
de 2001 lo detuvieron agentes de la PGR en Cancún.
Villanueva siempre alegó que su desgracia provenía de una venganza política. Con el tiempo se le
extraditó a Estados Unidos y se declaró culpable del delito de lavado de dinero.
Lo regresaron a México y tuvo que defenderse de
acusaciones similares y con los mismos testigos.
El exgobernador está recluido en la cárcel de Chetumal y tiene más de 70 años y está enfermo, la edad
que permite enfrentar la sentencia en arresto domiciliario y pidió el indulto al Presidente Andrés Manuel López Obrador. Ambas posibilidades son viables y legales a estas alturas del proceso.
Concluye, con su caso, toda una época de la criminalidad auspiciada por las grandes organizaciones
que provenían de Sinaloa y que se expandieron a lo largo del país.
Hoy la situación es distinta, porque la alta criminalidad también cambió de métodos y de coordenadas,
en los que la extorsión es el eje de los movimientos más importantes.
Villanueva Madrid ha insistido, a lo largo del tiempo, en su narrativa de inocencia, aunque opacada por
su propia confesión, pero cuenta, todavía, con fuertes apoyos en su tierra.
Así es esto, donde el blanco y el negro se van diluyendo en una amplia gama de grises que describen
aquellos años terribles, los de barones de las drogas, policías y políticos.
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