Las malas noticias nunca las esperamos.
Nos despertamos tratando de alistar
nuestros pendientes en la cabeza, pero no planeamos tener que enfrentar tragedias y mucho menos, relacionadas con nuestros familiares.
De eso no tenemos fotos, no tomamos la cámara
para congelar los momentos negativos o tristes. Evitamos dejar huella física y visual sobre el sentir que nos agobiaba en ese momento o nos hizo sentir mal.
Como alguna vez hablamos sobre el tema de la
muerte y los sepelios, en donde se considera una falta de respeto tomar algún tipo de fotografía en la que aparezca el difunto o el dolor de los familiares llorando su pérdida.
Lo más normal es que queramos recordar las cosas positivas y felices en nuestras vidas, por eso nuestros álbumes están llenos de momentos que nos sacan sonrisas y uno que otro suspiro. Solo queda en nuestra mente si después de haber tomado esas fotos, pasamos por un mal momento, pero nadie más lo sabrá.
Kyle Grillot, fotoperiodista independiente que radica en Los Ángeles y trabaja para Reuters, capturó justo ese momento que nadie quiere recordar, ese instante en donde no deseas ver cómo tu cuerpo cambió ante la noticia de que uno de tus hijos murió de una forma dolorosa y ex abrupta.
El lunes se encontró un barco de buceo en llamas en la isla Santa Cruz, en California. Han encontrado a cuatro personas muertas y a 30 más no los han localizado. Era un barco comercial. Todavía hasta ayer las autoridades no tenían la lista completa de las personas que iban a bordo.
Pero esta señora salió de la conferencia de prensa donde el sheriff de Santa Bárbara anunciaba que iban a continuar con la búsqueda de desaparecidos.
Ella, con el corazón y la vida destrozada, al declarar que su hijo iba en el bote y que ahora no sabía nada de él.
Grillot fotografió lo “infotografiable”, lo que nadie quiere recordar, lo que nadie quiere tener documentado, porque ya es suficiente el dolor que fractura el cuerpo.
Cuando veo estas tragedias, recreo a través de la fotografía, porque ante mi lejanía y mi desconocimiento de las personas, solo me queda imaginar y narrar su historia en mi cabeza.
Seguramente el hijo de esta señora, no vivía con ella, pensando en la manera de crecer en Estados Unidos. Él vivía en un departamento y le avisó que iría a bucear, estaría en el mar donde se sentía tan bien, tan lleno de paz haciendo lo que le apasionaba: bucear.
Ella, quizá, le dijo “disfruta” y colgaron. La siguiente escena, es esta. Su madre vestida de negro, como la máxima expresión de dolor, porque no puede expresarla de otra forma, más que así, indirectamente con un color.
Sus lentes que ocultan las lágrimas pesadas que no acaban, que siguen saliendo ante la negación de creer que su hijo ha muerto y no volverá jamás.
Ella no piensa que alguien la fotografió, mucho menos que personas ajenas a su vida nos guardemos su momento en nuestras vidas. Su pérdida se vuelve nuestra, gracias a la fotografía.
QPD él y todos los que murieron sorpresivamente en ese barco.
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