Es falso que el sistema filosófico, económico, político, cultural, comercial, comunicativo, educativo y geoestratégico conocido como neoliberalismo, tiene 30 o 36 años en México. En efecto, no arranca con los gobiernos de De la Madrid o de Salinas.
Estamos en realidad ante una operación mucho más antigua, pensada, diseñada y concertada con objetivos precisos y cuyos orígenes hay que tener a la vista para entender mejor sus expresiones recientes y actuales.
Los estudiosos y las estudiosas de la historia de los procesos económicos de nuestro país afirman que esta corriente de pensamiento ganó fuerza desde los años treinta del siglo pasado por la cercanía ideológica de ciertos individuos, grupos financieros e industriales locales con los postulados originales de la denominada Escuela Austriaca de economía. Esa corriente de pensamiento estaba encabezada en sus inicios por los pensadores Carl Merger, Ludwig Von Mises y Friedrich Von Hayek. Propugnaban por reducir a su mínima expresión la intervención del estado en los procesos e instituciones de la economía y del mercado.
Se auto denominaron neoliberales. Buscaban restaurar o reinventar el liberalismo de la época, al que veían con demasiado compromiso y sensibilidad sociales. Rechazaban la protección social de los trabajadores y las garantías del empleo bien remunerado. Legitimaban la competencia individual y cuestionaban cualquier organización económica “colectivista”. El Estado era útil, según ellos, solo si propiciaba el desarrollo del mercado.
En México, algunos de los militantes de este pensamiento decidieron adoptar medidas y actuar, como franca reacción a las políticas públicas adoptadas e instituciones creadas por el Presidente Lázaro Cárdenas, que consideraban “heterodoxas” por su profunda raigambre social. Eran políticas sustentadas en el Estado de bienestar, Rectoría Estatal de la Economía, nacionalismo económico y más equilibrada relación entre el capital y el trabajo.
Pactaron impulsar la fundación de instituciones académicas propias, de orientación “ortodoxa” en lo económico, para acelerar la formación de élites que sustentaran los principios austriacos. Se trataba de que gradualmente fueran accediendo a posiciones de autoridad académica y empresarial y, eventualmente, de poder económico y político, para colmar dos objetivos básicos.
En primer lugar, difundir ampliamente las ventajas económicas y financieras del neoliberalismo en nuestro país. En segundo, contrarrestar por la vía política formal las pulsiones keynesianas y el poderío de la izquierda mexicana, que por esos años gobernaba abrazando un desarrollismo con rostro humano que buscaba sacar del atraso al país entero, pero sin sacrificar un ápice de soberanía nacional.
Estos grupos de poderosos industriales y banqueros millonarios empezaron en los años cuarenta con la creación de la Asociación Mexicana de Cultura (1946).
En ella fundaron su propia escuela y programa de licenciatura en Economía, que posteriormente se transformó en el Instituto Tecnológico de México (1947), antecesor directo del actual ITAM. Esta historia continuará.
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