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Muere el erudito del náhuatl: Miguel León-Portilla

Muere el erudito del náhuatl: Miguel León-Portilla

Entornos miércoles 02 de octubre de 2019 -

RICARDO SEVILLA

La relevancia del trabajo historiográfico de Miguel León-Portilla no solo se debe a que aportó una rigurosa documentación sobre el imperio mexica (una tarea que ya se habían impuesto muchos), sino que, además de ahondar en las improbables relaciones que habrán sostenido los aztecas, los mayas y los incas, dotó de un gran romanticismo la zaherida historia del imperio tenochca.

La historia de vida de este erudito mexicano no sólo hay que ubicarla entre las inocuas anécdotas biográficas, sino también dentro de la historia monográfica del siglo XX debido a que, mediante un enorme trabajo que supo combinar la erudición con el didactismo, el tipo supo escalecer las espinosas correspondencias que hubo entre Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlan, la última confederación de estados indígenas ubicados en el desaparecido Valle de México.

Discípulo aventajado del padre Ángel María Garibay Kintana, León-Portilla fue, al mismo tiempo, un profesor respetado y deferido, un historiador brillante y puntilloso, un escritor sensible y un lingüista erudito.

En la cátedra que impartía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, incorporando nociones filosóficas de orden diverso -que incluso podríamos calificar de eclécticas- el investigador emérito no condujo una clase, sino que implementó un sistema filosófico que sentaba sus bases -bibliográficas y digresivas- en un ambicioso programa educativo y literario. Y es que este consagrado y perspicaz estudioso de las letras clásicas, el antropocentrismo, el teocentrismo y la filología, con aquella risa franca y relajado sentido del humor, fue, en estricto sentido, un humanista.

Además de introducirse, con una emoción que bien cabría describir como infantil, en el estudio de la cosmovisión y la cultura náhuatl, también fue un tenaz investigador de esa lengua en todos sus niveles: léxico, morfológico y semántico. Pocos explicaron tan bien la sutil diferencia que existe entre el “nahuano” y el “aztecano”, por ejemplo, como lo hizo el eminente miembro de la Academia Mexicana de la Historia.Su contribución al conocimiento histórico y antropológico, a través de sus críticas y rigurosas investigaciones, no sólo son destacadas, sino admirables. Y
para muestra basta, como dice la frase hecha, un botón. Los diecisiete capítulos que componen La visión de los vencidos no sólo es su obra más importante, sino un libro que, justo a sesenta años de su publicación (1959) ya muchos reclaman como esencial.

No cabe duda que con la muerte a los 93 años del ilustre universitario, del pródigo humanista, del filósofo, del maestro de maestros, del hombre, se termina aquella genealogía de grandes cronistas e historiadores novohispanos en donde alguna vez estuvieron inscritos Garibay, Sahagún, Clavijero y, claro, don Miguel León-Portilla.

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IM/CR

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