Columnas
En cualquier parte del mundo era fácil elegir: ¿un aeropuerto nuevo con tecnología de punta; o una aeropista vieja que puede “reconstruirse” con poco? Dicho en términos del título de esta columna, era elegir entre un Ferrari nuevo, o un Vochito 98 al que, con una lana, puedes meterle pintura y ajuste de motor.
Si algo hizo que el vocho le ganara al Ferrari fue la comunicación. La buena comunicación del lado Obradorista vs. la comunicación que se dejó de hacer desde la trinchera presidencial.
Me explico.
Por el lado de AMLO, hicieron lo propio. Tuvieron un vocero, el interés mediático, y el lenguaje correcto para ganar. Llevaron el mensaje a su público cautivo. No quisieron convencer a nadie más. Querían que los suyos salieran a votar. Retomando el símil de los autos preguntaron: ¿quieres un Ferrari que es comprado con dinero de la corrupción, y en donde de adquirirlo pagarás servicios y letras a un grupo oscuro? ¿o este vochito viejo y pobre, pero “transparente”?
Para el seguidor de Morena, resultó suficiente. Aun y cuando tal vez no viajen en avión, votaron por el resultado requerido para decir adiós al NAICM.
Por el otro lado, el de la administración de EPN, poco se hizo. Las campañas comunicativas para darle a conocer a los ciudadanos las ventajas del aeropuerto de Texcoco fueron pobres. Cierto es que no hubo estudio de opinión que indicara preferencia ciudadana por Santa Lucía, pero al final se desestimó la consulta lopezobradorista y eso fue aprovechado para colar el resultado.
Por miedo o un pacto que no nos consta, el gobierno bajó las manos en la pelea comunicativa. En redes hubo algunos spots hablando del aeropuerto de Texcoco. En televisión nacional cero campañas. En Comunicación Social de SCT y Presidencia, jamás actuaron como un ente que quiere salvar su proyecto y venderlo por las ventajas que representaba al ciudadano común. Retomando a Napolitan –padre de la estrategia moderna- se olvidaron que la política es una guerra cuyo campo de batalla son los medios de comunicación.
Desde allí, desde el terreno de la percepción, los precursores del NAICM perdieron la batalla. Y mientras en Texcoco la obra no paraba, en las oficinas de comunicación –derrotados desde aquel 1 de julio- se hizo nada para construir una narrativa capaz de mover a por lo menos 400 mil personas más para ganar esa consulta.
El Ferrari dejó de hacer publicidad. Dejó de comunicar, y cuando pudo, no se quitó la huella de corrupción. El vocho mientras, se vendió como producto de la honestidad de un nuevo gobierno que así se ofertó, y libró fácil una pelea que en cualquier otra parte del mundo y en otro contexto comunicativo, habría sido desigual y con un “ganador” diferente.