Los mexicanos sabemos que estamos viviendo una coyuntura histórica complicada y cargada de retos. La Cuarta Transformación ha dejado al descubierto la cruda realidad, tanto para los que la bendecían como para los que la denostaban. La realidad anterior y la fealdad actual.
Ni la austeridad franciscana, ni las mañaneras, ni los ahorros, ni los gastos sociales, ni los costos de proyectos para dar mano de obra podrán rescatar a la república y seguramente tampoco podrán evitar un mal momento económico.
La pronosticada recesión anuncia ya con vivo reflejo el resultado de las malas decisiones, pensadas en clave de impacto político-social y no de realidad. Eso ocurre cuando se gobierna con base en una ideología fundamentada en el nacionalismo exacerbado.
Y la inseguridad la acompaña como el terrible sonsonete de una sociedad que ya no puede ser más maltratada, basta con ver los resultados del cuarto levantamiento de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU): siete de cada 10 mexicanos considera que vivir en su ciudad es inseguro.
Cada país labra su propio destino.
Elige a sus gobernantes por vía democrática o por aceptación pasiva.
Cada país genera su política, sus políticos, su sociedad y su economía.
Cada país elabora sus contrapesos.
Cada país crea, procrea y mantiene sus liderazgos políticos.
Cada país establece sus estándares de calidad de vida, de riqueza y de pobreza, de estabilidad social, de convivencia política y se hace responsable de todo ello.
Absolutamente responsable, tanto desde la perspectiva pasiva: quien dejó que pasara; como desde la activa: quien promovió que viniera.
Cada país recupera lo mejor o lo peor de su historia.
Cada país aprovecha su geografía, su geopolítica, su lugar en el mundo.
Y México va a padecer con sangre sus decisiones políticas.
¿Cada país tiene el gobierno que se merece?
¿Nos merecemos en México la clase política que nos representa?
¿Se merece el mundo los líderes políticos actuales? Quizá no es esta la pregunta adecuada, sino más bien la realidad que elegimos y con la que tenemos que ser consecuentes. Porque la desaceleración no es un tema únicamente de México, también está sucediendo en China, Estados Unidos, en Reino Unido (derivada en parte por el brexit).
Desde luego, es de esperar que nuestra política económica y social dé un giro importante lejos de la ideología y cerca de la calidad de vida a corto, mediano y largo plazo.
Tenemos los políticos elegidos libremente aunque impulsados por circunstancias de hartazgo, corrupción y cinismo. Pero ya que están en la silla, ojalá se den cuenta de que las ideologías han muerto y dejen paso al desarrollo sustentable y sostenible.
•Director de Extrategia,
Comunicación y Medios