El pasado 19 de agosto, la prestigiada revista Science dio a conocer un estudio realizado con una muestra de población de 500 mil personas, que concluye de forma categórica que “no existe un gen homosexual” o “gen gay”. En otras palabras, nadie nace homosexual.
▶ La genetista Andrea
Ganna, quien dirigió la investigación, dijo que el comportamiento homosexual es resultado, en gran medida, de factores culturales y ambientales. La seriedad de este estudio echa por tierra muchas de las argumentaciones falaces de los lobbys LGTB, que afirman que el homosexual nace, no se hace. Muchos otros estudios serios tienden a demostrar que la atracción de las personas por el mismo sexo se debe a factores familiares en los que juega un papel muy importante la relación que el niño o la niña tienen con la respectiva figura paterna o materna.
En la experiencia pastoral, muchas personas con atracción al
mismo sexo se acercan buscando orientación y apoyo, son personas que sufren mucho con su condición, que a pesar suyo sienten atracción homosexual, pero que no quisieran tener esa clase de sentimientos; en el fondo saben que no son ni humana ni moralmente correctas las prácticas homosexuales, y quisieran ser personas normales y formar familias normales.
En el mundo LGTB se difunde
que la Iglesia Católica condena a las personas homosexuales, y que es intolerante e intransigente con ellos, cuando la realidad es muy distinta.
Quien realmente quiera saber
qué dice la Iglesia debe leer con atención los números 2357, 2358 y 2359 del Catecismo, que tratan con gran claridad el tema; en ellos se enseña que las personas con esta tendencia, como cualquier otra, deben ser acogidos con respeto y delicadeza y evitar cualquier manifestación de discriminación.
A su vez no deja lugar a dudas
sobre la moral cristiana cuando dice que: Apoyados en la Sagrada Escritura, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual y por lo tanto no pueden recibir aprobación en ningún caso.
Las personas con atracción homosexual, continua el Catecismo, están llamadas a la castidad y mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y de la gracia sacramental, pueden y deben buscar la perfección cristiana.
El mayor bien que se le puede hacer a una persona con atracción homosexual es tratarla con respeto y a la vez hacerle ver cuál es la verdad y ayudarla a superar su condición mediante terapias serias y adecuadas, el acompañamiento con la oración y la frecuencia en el sacramento de la confesión.
Pretender justificar lo inmoral de las prácticas homosexuales, buscar la aprobación de falsos derechos como el matrimonio o la adopción de niños, o peor todavía buscar que la unión de las parejas homosexuales sea bendecida, resulta blasfemo y diabólico, y no hay duda que los cardenales, obispos y sacerdotes que pugnan por esto están actuando como ministros del mismo Satanás, pero no de Dios.
•Sacerdote y exvocero de la
Arquidiócesis de México.