Soy afortunado, mis niños me llaman “Buppy”. Soy un oso blanco de peluche, duermo con ellos, me han bañado, embarrado de mermelada de zarzamora. Juego o a la comidita con ella o a las luchas con él, pero lo mejor son las noches: sus bracitos me rodean, me aprietan a su corazón y escuchar sus latidos es mi momento favorito hasta que nos quedamos dormidos. Mamá es muy dulce pero últimamente se esconde en su habitación o el baño y ahí llora a veces muerde una toalla una almohada para no hacer ruido, usa ropa de manga larga y pantalones, para tapar varios moretones, nadie más que yo sabe la verdad…Papá viaja mucho; cuando está en casa el ambiente es distinto: mamá siempre está nerviosa y él es impaciente con los niños, les grita, no juega con ellos.
Esa noche como nunca toda la familia cenó en el comedor. Mamá cocinó un rollo de carne y de postre un rico pastel de chocolate. Mi manita quedó embarrada de betún color azul, todo era perfecto. Los niños bailaban. En la cocina papá y mamá brindaban, se veían felices como hace mucho no sucedía. De pronto vi como papá comenzó a manotear, aventar platos, vasos, mamá trataba de calmarlo, él la culpaba de que mientras él viajaba, ella se revolcaba con otro.
-¿Crees que soy pendejo? ¡¡Eres una puta!!
-No me ofendas, sabes que mientes, que eres tú el que tiene otras mujeres y yo tengo que callar, soportar y todo lo hago por mis niños, ¡pero se acabó! Ya presenté una denuncia, ahora sí todo será distinto y lo mejor lejos de ti.
Él estaba como poseído, tomó un cuchillo y se lo clavó varias veces a mamá en el vientre. Los niños corrieron, trataron de detener a papá. Mi niño recibió un golpe en la cabeza con el filo de la estufa, mi nena jaló de la mano a papá y él no paró de golpearla hasta que dejó de moverse; ella nunca soltó mi mano.
Hay silencio, está oscuro, estamos en una caja, mi niña trae un vestido de fiesta, trato de ponerme en su pechito. No escucho sus latidos, sus manitas, toda ella están frías, no puedo dormir. Afuera escucho el llanto de la gente, sólo sé que papá ya no podrá hacernos más daño, esta caja es segura.
En lo que va del año más de dos mil 833 mujeres han sido asesinadas en México, lo que se traduce en mismo número de familias rotas, 9 cada día, y no basta recordarlas una vez al año. ¿Qué se hace contra miles de hombres violentos con corazones llenos de odio? Nada, la cárcel no es suficiente. Hay mucho que sanar, muchas a quien cuidar. Ya fue Abril, que aun con su valentía no escapó de la muerte, y mientras lees esto una mujer es golpeada o asesinada.
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