Ayer el Presidente de la República firmó la carta donde se compromete a no reelegirse en 2024. Pocas veces puede uno decir que le da gusto haberse equivocado. Ésta es una de ellas. Yo reconozco que no pensé que lo hiciera, pero me dio gusto que desmintiera mi apreciación. Ante las Cámaras, AMLO leyó el documento donde señaló “soy maderista y partidario de los principios de sufragio efectivo y no reelección… reafirmo que no soy partidario, no estoy de acuerdo con la reelección y que nunca, bajo ninguna circunstancia, intentaría perpetuarme en el cargo que actualmente ostento, porque no solo significaría ir en contra de la Constitución, sino también traicionar mis principios y renegar de mi honestidad que estimo es lo más valioso en mi vida.”
Es deseable ahora discutir el tema de equidad en la contienda. En 2021, la propuesta de poner al Presidente en la boleta electoral junto con los candidatos a la Cámara de Diputados no favorece la impresión de una competencia equitativa. Utilizar la popularidad presidencial para apoyar a candidatos que de otra manera no ganarían en sus distritos, difícilmente contribuye a un clima político sano, pero principalmente, roza la frontera de lo ilegal. Por algo no se permite la intervención presidencial ni el uso de su imagen en las campañas electorales mexicanas. Nuestro país aprendió que al tratarse del político más conocido del país, y en este caso el más popular, el uso de la imagen del Presidente desequilibra la competencia local entre candidatos de recursos más limitados.
¿Hay alternativa? Yo me permito insistir en lo que decía ayer. ¿Se busca reducir la duración del período presidencial en caso de que el titular del Ejecutivo ofrezca malos resultados? Metan una iniciativa en ese sentido, para que la Presidencia dure, digamos, 4 años en lugar de 6. ¿Quieren que exista la posibilidad institucional de concluir anticipadamente un período de gobierno? Pasemos a un sistema parlamentario donde sea factible, mediante el voto de censura, disolver gobiernos y convocar a nuevas elecciones. Habiendo esas dos opciones que nadie está discutiendo, ¿por qué insistir en la revocación de mandato?
Por otro lado, la modalidad propuesta es extraña. Se le preguntaría a la población si desea que el Presidente continúe en su cargo, pero no hay la opción para que en ese mismo procedimiento, un candidato de oposición haga campaña simultáneamente y pueda sustituir al mandatario en funciones. Adicionalmente, como han apuntado algunos especialistas, el sentido de la revocación de mandato es que pueda impulsarlo la ciudadanía, no el mismo gobierno. Estamos en manos del Senado. El futuro de la República dependerá de la valoración que hagan un grupo de senadores de oposición. Pueden sorprendernos favorablemente como hicieron con la Guardia Nacional, o cubrirse de oprobio como ocurrió con la licencia para Manuel Velasco.