POR MARTHA ROJAS
Usualmente cuando el
mundo occidental se refiere a la literatura africana, recurre a nombres como Chinua Achebe, el eterno candidato al Nobel Ngũgĩ wa Thiong’o o el mismo J.M Coetzee, sin embargo a los albores de la descolonización se gestan nuevas voces como la del escritor y redactor en jefe de Ventures Africa, Uzodinma Iweala, quien realizó un exitoso debut en 2005 con su novela Beasts of No Nation (Bestias sin patria), la cual fue llevada a la pantalla grande, y que tras catorce años regresa con No hables (AdN Aliaza de Novelas, 2019).
Si en su primer escrito —en el
que narra la historia desgarradora de un niño nigeriano que se ve obligado a unirse a la guerra civil, luego del brutal asesinato de su familia por otra tribu— Iweala mostraba las aristas devastadoras de las naciones en proceso de construcción tras su joven independencia del yugo británico, en No hables se adentra a una historia más personal. La de una joven promesa que encuentra en su homosexualidad una vergüenza para su conservadora familia nigeriana.
Niru es un joven talentoso está a
punto de ir a Harvard, vive en el seno de una familia de ascendencia nigeriana que emigra a Estados Unidos, pero a pesar de vivir en una sociedad aparentemente abierta y receptiva, Niru sufre los efectos indeseados que se desprenden de ser homosexual y africano.
Aunque la novela no alcanza la
profundidad y potencia de la primera, Iweala hace una interesante reflexión sobre el exilio, los prejuicios, el hogar y la posibilidad de elegir.
Bestias de ninguna nación es una
novela poderosa, el autor hace una meticulosa cartografía de las contradicciones y violencias que las tribus africanas son capaces de lanzarse a sí en busca del control y el dominio.
No hables, es más una novela a la
que le falta tragedia y aspira a mostrar una problemática encalvada en lo más profundo de las tradiciones.
Que Iweala es un escritor de talentos espectaculares es indudable,
pero sus lectores agradecerían que no demorase otros 14 años para que demuestre eso.