POR MARTHA ROJAS/ AGENCIAS
Francisco Toledo, el hombre que vio indisoluble el vínculo entre arte e ideología, murió ayer a los 79 años, confirmó su hija Natalia Toledo, en un comunicado en el que especifíco que por respeto al dolor de la familia, no daría detalles del deceso.
Por su parte, pasadas las 23 horas el
Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca montó una ofrenda en honor al filántropo, maestro y pintor comprometido con la identidad, el patrimonio y la cultura de Oaxaca; y con los agentes transformadores en que los niños se podían convertir a partir del arte.
Desde hace meses Ta Min, como era
conocido entre la Séptima Sección de Juchitán, se encontraba enfermo. Se había retirado de la vida pública y mantenido el silencio sobre su padecimiento e intimidad.
El hombre mono, como se autorrepresentaba, deja un número acervo artístico
que incluye, la cerámica, el grabado, la pintura, la escultura y hasta un poco de arte acción.
Sus métodos para crear y vivir el arte
nunca fueron los ortodoxos, quizá fue el viaje a París, que realizó en la época de los 60, lo que lo hizo salir de las convenciones sin olvidarse de los elementos que los arraigaban a su querido Oaxaca y al imaginario zapoteca.
Dichos elementos así como su amor
por la naturaleza están presentes en toda su obra, porque ante todo Toledo fue un defensor de sus propias convicciones. Por ello, fundó varias instituciones en su estado como el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Natural y Cultural del Estado de Oaxaca (Pro-Oax) y el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO).
Toledo nació en Juchitán (Oaxaca) el 17
de julio de 1940 y se le reconoce como un artista polifacético, por sus trabajos en acuarela, óleos, gouché y fresco, además de haber incursionado en la litografía, la cerámica, la escultura, en piedra, madera y cera.
El padre del artista, Francisco López
Orozco, fue un dependiente de comercio y su madre, Florencia Toledo Nolasco, era de una familia de oficio matancero (abrir reses en canal); el artista fue el cuarto de siete hijos.
Siendo un niño, Toledo mostró especiales habilidades de dibujo que fueron
alentadas por su padre, que entregó las paredes de su casa a la ola creativa de su vástago.
La imaginación infantil del artista
también se alimentó de su abuelo paterno, Benjamín, un zapatero de Ixtepec que lo llevaba en salidas campestres en busca de resina vegetal, en tanto que le relataba historias de seres fantásticos.
Llegó a la Ciudad de México para estudiar el taller de grabado en la Escuela de Diseños y Artesanías. Ya con 19 años
de edad, expuso sus obras en México y en Fort Worth, Texas (EE.UU.).
Su vida de becario en París entre 1960
y 1965 dio frutos en una galería de la capital francesa; expuso también en Tolosa y en Londres y en Nueva York. Francia celebró su desarrollo de lo mítico y su sentido sagrado de la vida.
En París conoció al poeta mexicano
Octavio Paz y al pintor mexicano Rufino Tamayo, además de estudiar con el pintor británico Stanley Hayter.
Estableció la empresa Ediciones Toledo, el IAGO y el Taller de Arte Papel
Oaxaca y fue creador del Centro de las Artes San Agustín.
Entre los reconocimientos que recibió
destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1998, el Premio Príncipe Claus en 2000 y el Premio Right Livelihood en 2005.