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Pantallas de la locura ordinaria

Pantallas de la locura ordinaria

Entornos viernes 08 de marzo de 2019 -

POR RUBÉN MACHAEN

El estupor de un carácter rebelde, sus complejos físicos, una pronunciada y explícita misantropía, la pobreza, la libido perenne y el alcoholismo, son apenas retazos de la biografía de Charles Bukowski con los que el escritor elaboró el armatoste de su estética literaria, cuyo protagonista, Hank Chinaski, lo llevó a ser catalogado como un escritor tan profundo como mal hablado, cabecilla de la movida literaria underground, siempre antisistema.

Pasa que una vez llegado el éxito, el que solía ser underground deja de serlo, y así, el rebelde, que, armado de una máquina de escribir, hizo de Hank Chinaski el protagonista de impenitentes borracheras, escenas de sexo tan tiernas como bizarras y dolorosas resacas, recibió el llamado (y cheque) de la industria hollywoodense, para secuestrar a Chinaski de las páginas y trasladarlo a la gran pantalla.

El primer valiente en aceptar la misión fue el director iraní Barbet Schoroeder, quien con Bukowski como guionista, dio forma a Barfly (1987), cinta que por primera vez puso rostro a Hank Chinaski, encarnado por el galán de Nueve semanas y media (1986), Mickey Rourke, quien dejó de lado su pose de galán impoluto para transformarse en el protagonista de las páginas cada vez más leídas del realismo sucio.

A pesar de que la cinta contó con un elenco de lujo (Mickey Rourke y Faye Dunaway, ni más ni menos) pasó sin pena no gloria por la pantalla grande. Sin embargo, a raíz de ella, el nombre de Bukowski comenzó a sonar en círculos internacionales, valiéndole suficiente fama para, después de haber escrito el guion de la película, escribir una novela sobre sus vivencias tras los bastidores de la meca del cine.

Así nació Hollywood (1989), la novela en la que relata sus periplos como borracho impenitente y antisistema, inmerso en la farándula y burocracia de la industria cinematográfica,en la que, cómo no, resulta triunfante sobre el sistema.

“La vida era estupenda. Lo único que uno tenía que hacer en ese pequeño mundo suyo era ser escritor o artista o bailarín y quedarse sentado o ir por ahí, inhalando y exhalando, bebiendo vino, simulando que uno sabe qué coño pasa”, relata en uno de sus pasajes.

Rourke fue el rostro oficial de Chinaski en el cine hasta 2005, cuando el director Bent Hamer llevó al cine una de las novelas de Bukowski más aclamadas por la crítica: Factotum (1975) con un elenco compuesto por Matt Dillon, Lili Taylor y Marisa Tomei, que se centra en una seguidilla de “trabajos inútiles, miserables y desesperantes” que ejerció Chinaski en todo el país, con el único fin de comprarse una y mil botellas y escribir, por fin, algo digno de ser publicado.

“En América siempre había gente buscando trabajo. Siempre había un montón de cuerpos utilizables para reemplazar a otros”, dice Chinaski en la novela. Y es que Factotum (que en latín se refiere a la persona que desempeña todas las funciones) tiene como esencia, no los empleos temporales ni el alcoholismo impenitente, sino la ínfima necesidad de ser un escritor irremplazable.

El último gran guiño a Bukowski vino de la mano del escritor Tom Kapinos, quien en Californication rescató la figura de Chinaski creando a Hank Moody, un escritor alcohólico, rockero y mujeriego, quien por siete temporadas mostró una versión New Age del padre del realismo sucio y que le mereció a su actor, David Duchovny, pertenecer al selecto club de las pantallas de locura ordinaria.



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IM/CR

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