Columnas
RAUDEL ÁVILA
Leer a Rafael Pérez Gay es conversar con la mejor tradición de escritores enamorados de la Ciudad de México. Es también una aproximación a la literatura autobiográfica, de tono intimista, que retrata los dolores más profundos. En la línea de Beber un cáliz o Algo sobre la muerte del mayor Sabines, Pérez Gay ha logrado contagiar la muy personal y dolorosa experiencia de la muerte de sus padres y su hermano.
Recientemente se publicó la última entrega de su trilogía de la pérdida (Informes de la muerte le llama la editorial), integrada por Nos acompañan los muertos, El cerebro de mi hermano y el libro que nos ocupa Perseguir la noche. En esta novela, Pérez Gay reflexiona sobre el miedo mayor del hombre: el de su muerte y olvido. Simultáneamente al descubrimiento y relato de su propiaenfermedad, el autor consigna los pasajes perdidos de una novela que no pudo concluir (esperemos no abandone el proyecto) sobre la vida nocturna de los escritores mexicanos a finales del siglo XIX.
Los poetas del modernismo desfilan por las páginas de la novela reviviendo las cantinas y casas de citas decimonónicas en la capital del país. El ambiente sentimental y la mojigatería de la ciudad porfiriana marcados por la clandestinidad de la prostitución, el alcoholismo y la drogadicción. Algunos pasajes evocan Elogio de la calle de Vicente Quirarte, pero lo superan en la reciedumbre y habilidad para la reconstrucción de personajes, emociones y ambientes.
Pérez Gay logra una tensión dramática impresionante cuando describe sus noches en vela, tratamientos, anestesias, la extenuante espera de resultados a exámenes médicos. Para suavizar tan estresante relato, el autor acude a un recurso que domina: el humor. Es de agradecer que ellibro transmite una tristeza profunda, pero nunca amargura. Quienes hemos padecido la monstruosa tortura de observar los estragos de una enfermedad terminal en nuestros seresqueridos, sabemos que la conciencia de la fragilidad de la vida se acentúa hasta niveles anteriormente desconocidos.
Nada vuelve a ser igual cuando lo único que uno desea es compartir un día más con quienes amamos, pero no sabe si volverá a verlos. Éste es el punto de vista del egoísmo. Si para uno es difícil, ¿cuál es la experiencia del enfermo? La aportación de Pérez Gay en este libro consiste en compartir la intensidad del padecimiento en voz de quien lo sufrió. No es un reportaje de oídas ni la crónica de las observaciones del deterioro ajeno. Aquí, el mismísimo paciente comunica y emociona. “Somos las ciudades que hemos perdido” escribió Pérez Gay en otra parte. Como demuestra su trilogía, también somos los seres queridos que perdimos. Perseguir la noche es la reinvención de la ciudad perdida y el testimonio esperanzador de un enfermo que venció el cáncer. Dos libros en uno. Ambos excepcionales.