Columnas
Raudel Ávila
Las últimas semanas han sido reveladoras para el equipo de transición. De acuerdo con información filtrada a distintos medios y otra publicada con fuentes acreditadas, son cada vez más las promesas de campaña que deben atenuarse, modificarse o de plano desecharse. Esto, en muchos casos, es digno de reconocerse.
“Prometer no empobrece”, reza el viejo dicho mexicano. No es lo mismo trabajar con datos imprecisos que disponer de la información gubernamental y calcular los costos presupuestales de cada compromiso político.
Sobre todo, cuando una de las promesas de campaña fue no aumentar impuestos ni contraer deuda. En el caso de la política de seguridad, el Presidente electo modificó su posición en torno a la participación del Ejército en tareas de seguridad una vez que se reunió con el actual Secretario de Defensa. Tuvo que darse cuenta que no hay suficientes recursos policíacos profesionales para enfrentar los problemas de inseguridad pública en varios estados. La disposición a corregir es una virtud muy poco frecuente en los gobernantes mexicanos.
En el caso de la educación, el incidente de los foros en Guerrero evidenció una vez más que dialogar con la CNTE desde una posición de autoridad se vuelve sumamente complicado. Morena ya no es oposición y tiene que habérselas con las posturas intransigentes y hasta violentas de un grupo sindical beligerante. A pesar de que el nuevo gobierno se ha comprometido a derogar la Reforma Educativa, la CETEG organizó un zafarrancho. El regreso de la maestra Elba Esther Gordillo añade dificultades al diálogo entre todos estos grupos, pero habremos de conocer la capacidad política para negociar de cada uno.
En el caso del aeropuerto, la famosa consulta de cuatro días sugiere que ya tampoco es tan clara la posición inicialmente adoptada en campaña. Se ha pasado de hablar de amparos, licitaciones directas a la iniciativa privada, a consultas populares. En otras palabras, no existe todavía una línea precisa para trabajar. Las contradicciones discursivas entre el Presidente electo y su equipo resultan muy desconcertantes, especialmente si consideramos que se trata de un gobierno comprometido a centralizar la comunicación oficial en una sola fuente. De cualquier modo, a mí me parece un síntoma positivo que haya la suficiente sensatez para reconocer que lo asumido en campaña no tenía sustento. Se requieren datos duros para tomar decisiones profesionalmente.
“El experto tiende, en definitiva, a convertir su disciplina en la medida de la vida, en lugar de hacer de la vida la escala de su disciplina”, escribió el politólogo socialista Harold Laski para reflejar lo antipáticos que resultan los técnicos en la política. Con todo, conviene recordar también a Lord Keynes, quien insistía en que los técnicos no deben gobernar, pero no se puede gobernar sin apoyo de los técnicos.