Fue tan desafortunado el comentario de calificar de “valiente” a un grupo de jóvenes comunistas radicales que provocaron la muerte del empresario Eugenio Garza Sada, que terminó por costarle el puesto al exdirector del INEHRM, Pedro Salmerón. Es normal que una sociedad asfixiada por el temor y la inseguridad termine por darle la espalda a la violencia, independientemente de las causas que con ella se intenten defender. En este caso, el repudio se agrava porque el empresario Garza Sada fue un personaje que influyó notablemente en el desarrollo de la sociedad de Nuevo León y se distinguió por su compromiso con distintas causas públicas. Su actividad fue reconocida por empresarios y grupos de los sectores populares y trabajadores.
Este caso llama la atención porque remite a un tema
que ha sido una preocupación para los artistas, quienes se interesan por cuestionar el pasado y la manera en que es percibido y usado desde el presente. ¿Cómo se generan los recuerdos sobre los acontecimientos del pasado? ¿Quién tiene mayor derecho a relatar la historia?
El pasado puede ser visto desde múltiples relatos e
interpretaciones porque es vivido desde diferentes experiencias. Sin embargo, es común que solo se autorice una versión de él. A menudo se respalda una sola versión oficial de la historia que implica recortes a lo contado y recordado. Los relatos establecidos sobre el pasado siempre están construidos bajo algún tipo de subjetividad, esa fue una observación muy importante hecha por La escuela de los Annales quién criticó los métodos con los que se genera la interpretación histórica y la visión de los hechos pasados.
El arte se ha interesado precisamente por aquellas
narraciones y relatos que no siempre son contados o reconocidos como válidos y verdaderos. Esta memoria no oficial, estas “microhistorias” muchas veces esconden la visión y los recuerdos de los vencidos. En ocasiones, es la percepción forjada en el punto de vista de las víctimas, lo que se niega a ser considerado un recuerdo valioso.
Es cierto que es lamentable elogiar un acto que no se
distingue del crimen, pero muchos hechos valorados de la historia también conmemoran acontecimientos violentos y sanguinarios. Hay suficientes razones por las cuales se acusa al marxismo de justificar comportamientos radicales y prácticas opresivas. El totalitarismo del régimen soviético sirvió para descalificar cualquier reforma d e tipo socialista, pero a la vez poco se ha relatado sobre la manera en que los gobiernos persiguieron y castigaron a esos grupos rebeldes.
Y justo el arte es quien se interesa por hablar de estas
historias. Como Doris Salcedo, con su bella obra Unland (1997) donde dos trozos de mesas de madera están unidas con costuras que, no están hechas de hilo, sino de cabello humano. La obra representa cómo el cuerpo y los sentimientos influyen en la experiencia del recuerdo. En este caso es una historia de violencia donde una niña recuerda el asesinato de su madre. Finalmente, todos sentimos e interpretamos las cosas dependiendo el lugar de ellas en nuestras vidas
•Antropólogo y maestrante en Ciencias Sociales.
Analista del arte contemporáneo, la cultura popular y
las culturas contrahegemónicas en América Latina.
@ecoamarillo