Rosario Robles ya está en prisión. No es que sea culpable, porque eso solo lo puede determinar un juez y después de un proceso. Dos meses al menos permanecerá en Santa Martha Acatitla.
Se decidió no permitirle enfrentar el juicio en libertad, a lo que tenía derecho, por considerar que falseó su domicilio y que podría huir. El argumento es absurdo, porque ella misma definió los términos de su defensa y sí la idea era sustraerse de la justicia lo habría hecho desde que se filtró que tendría que comparecer en calidad de imputada. Es más, no se encontraba en México cuando los malos augurios sobre su destino comenzaron a esparcirse.
La Fiscalía General de la República (FGR) tendrá que establecer bien su caso y empalmarlo con las propias expectativas que ya se generaron.
Como suele ocurrir, en al ámbito público ya se estableció un veredicto sobre la conducta de la ex secretaria de Desarrollo Social y es el de considerarla culpable.
El caso, por lo demás, impactará en diversas frecuencias de la clase política y en particular entre quienes fueron jefes y aliados de Robles, en el pasado reciente, pero quizá también en los horizontes de tiempo más largos.
El propio juez de la causa, solicitó a la FGR que indague hasta dónde el ex presidente Enrique Peña Nieto pudo estar enterado, de modo oficial, se entiende, de las irregularidades que la Auditoria Superior de la Federación detectó en la Sedesol.
El escándalo y su trama fueron públicos y tuvieron un alto impacto, luego de las revelaciones de Animal Político, pero las normas burocráticas y sus procedimientos caminan por otro lado.
Dentro del expediente de la Fiscalía no son claros los móviles de Robles, ya que el dinero por el momento está descartado, y la imputada dice que solo tiene el que es producto de su trabajo, en donde la cuenta bancaria con el saldo de 20 mil pesos, no aporta muchos datos como no sea los de su propia inoperancia, porque está congelada.
Esto es, es probable que Robles sea víctima de los propios mecanismos establecidos para la utilización de los recursos públicos en los que su destino tiene que ver más con afanes electorales que con mejoras sociales.
También, y ello no debe perderse de vista, puede resultar inocente, porque de eso se trata el procedimiento al que está siendo sometida y en el que tendrá la oportunidad de argumentar en su defensa.
Lo complejo es que la historia ya camina por otro lado, que las turbas necesitan de trofeos y de espectáculo. Como en Roma, o en México, con una lógica de acero y consecuencias, insisto, siempre inciertas.
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