Tenía que ocurrir, Rosario Robles era una pieza de caza muy relevante como para dejarla ir y por eso la Fiscalía General de la República hará todo lo posible para someterla a proceso.
Las acusaciones tienen que ver con las conductas que derivaron, según las autoridades, en la llamada Estafa Maestra, cuando ella era secretaria de Desarrollo Social, pero la exjefa de Gobierno se metió en el remolino desde hace muchos años, cuando se alejó del PRD, y en particular de buena parte de los que ahora dirigen Morena, y empezó a colaborar con Enrique Peña Nieto desde que este era gobernador del Estado de México.
Robles es una política hábil, que se forjó en las asambleas universitarias y transitó de posiciones radicales a una lectura pragmática de la realidad, esa que se adquiere, se quiera o no, en las posiciones de poder.
Quizá por ello resultó designada para ocupar el puesto más alto en el Palacio del Ayuntamiento, cuando Cuauhtémoc Cárdenas renunció para meterse de lleno en la carrera presidencial.
Operadora eficaz, que mostró todos sus trucos y magias para lograr que Andrés Manuel López Obrador le ganara la elección al panista Santiago Creel en 2000, en la capital del país, por apenas unos puntos de diferencia.
Pero aquello no terminó bien, al menos para ella, porque el costo de aquellas jornadas fue muy alto en el plano administrativo, en el que algunos de sus colaboradores resultaron inhabilitados, e inclusive en el personal.
Para Robles será duro lo que viene, y en particular porque se encuentra sola en lo que es uno de los desafíos más importantes en su trayectoria, porque de ello depende su futuro.
No puede esperar mucho del expresidente Peña Nieto, porque este renunció a su responsabilidad y liderazgo, sobre quienes colaboraron con él, desde que perdió la elección.
Menos aún del PRI, perdido en su laberinto y ante una elección de quien dirigirá sus destinos y marcará la pauta de lo que pueden o no pueden ser.
El laberinto de Robles no tiene salida sencilla y en particular por lo que se refiere a la narrativa que imperará y que pegará, de lleno, contra la llamada mafia en el poder.
Es importante, sin embargo, que el juicio se desarrolle apegado al debido proceso, ya violentado por la publicidad de la cita que tiene con el juez. Robles, ya es un hecho, enfrentará a la justicia, pero los fiscales tendrán que probar que es responsable de algún hecho ilícito, lo que siempre es pantanoso y complejo; ella, en cambio, deberá defender su caso ante su propia historia, y eso, en buena medida, dependerá de su capacidad política para salir del entuerto.
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